HISTORIA DE UN SOLDADO(Relato)
Era el año
1988, y había llegado el momento de
presentarse al cuartel, y confiado de
que el intermediario había hecho su trabajo de comprar a los Propios, esperaba la salida en la tarde con el resto de
mis compañeros… Habíamos entrado al Batallón en Pasto, desde la 7 de la mañana,
pasamos por el examen, y siguieron las
horas…A las dos de la tarde no dieron un
refrigerio…Estuvimos formados con lapsos de descanso…Se hicieron las
cinco, y mis compañeros de colegio comenzaron
a despedirse…Terminaron de nombrar a los que salían, y yo no aparecía en la
Lista de los salvados…Mi desobligo fue grande, estaba dicho… Desde ese momento
haría parte de las filas del ejército de Colombia.
Al rato, comencé a relacionarme con los demás enganchados
de otros colegios, y a cruzar algunas
palabras… Supe que nadie de los colegios
particulares había quedado, a excepción de Miguel, los incorporados eran de otros colegios, de los públicos…A las nueve luego de otra formación
nos acondicionaron en unas esteras y colchonetas donde íbamos a pasar la noche, porque a las
7.a.m, del día siguiente, tendríamos que partir a Cali, y luego a Bogotá… Antes, había recibido una nota de mi madre en la
cual me decía que me cuide, y me daba sus bendiciones, y con la misma, me mandaba algunos útiles de aseo y un dinero
para gastos…
Llegó el
nuevo día, y ya acomodados en el carro, este comenzó a moverse, y a través de las ventanillas… Echaba de ver o distinguir a mi
madre para hacerle por lo menos un gesto
de despedida, pero cualquier movimiento era imposible desde adentro… hacia afuera no se veía nada, todos estaban agarrados de las ventanillas buscando el mismo objetivo:
Despedirse… Y afuera los familiares,
también se movían como masas de angustia y ansiedad, buscando lo
mismo entre las sombras…Lo único cierto, era que partíamos. Ese día fuimos enganchados 400.
Llegamos a
Cali pasadas las ocho de la noche, hicieron luego una formación, pasamos por
los baños, y en un momento ya estábamos en los camarotes descansando para
continuar el viaje a Bogotá al día siguiente, el cual decían que era de
madrugada, pero luego por otra información, dijeron que el viaje se aplazaría
hasta horas de la tarde.
Pasamos el
día en Cali, entre formaciones y otros…Por allí se acercaban algunos Cabos y
Sargentos que nos daban confianza, y nos
decían algunas palabras relacionadas con la vida de la milicia…Algunos nos decían
que la vida en Bogotá era muy buena, que mucho ojo con volarnos, que debemos
poner atención a las normas, y que cuando salgamos a Campaña deberíamos estar
atentos a los signos de peligro, ya que de ello dependía que volviéramos vivos y completos…
Cuando
estábamos en formación, algunos soldados
se acercaban pidiendo una colaboración o
una moneda; y también aparecían los cansones, los que llegaban a burlarse se los
pastusos, y los cuales salían con los mismos chistes de siempre, como: Cara de botín botado, cara de papel
leído… Que cómo se pone la ruana un pastuso, que la coloca primero en el piso y
que luego se tira de cabeza…Llegaba otro y preguntaba a alguien: ¿De dónde es
Usted? -El muy bobo le respondía que de Pasto…Y entre burlas y risas le decía:
-Cuídese mijo, que si lo ve un burro se lo come…
Nuevamente,
a las dos de la tarde nos dieron el almuerzo, pasó la tarde y a las siete ya
estábamos listos y sentados en los buses
para partir a Bogotá, y estuvimos arribando a la Escuela de Infantería No 4, al otro día a las
ocho de la mañana… Nos dijeron luego que pasáramos al baño, y en un rato nuevamente
estábamos en otra formación…Un Cabo nos hablaba de la buena vida que íbamos a
llevar en la Capital, y de nuestra responsabilidad como soldados…Un Sargento
nos instruyó sobre el Toque de Dianas, y sobre las distintas convenciones de
Grados militares, y además del trato que debíamos acostumbrar…Pasó el mediodía,
y a las dos tuvimos el almuerzo. En otra
formación, nos dijeron que por turnos pasáramos a la peluquería, y alrededor de
las cinco nos dieron las prendas
respectivas de la milicia, y entre nosotros cambiábamos algunos elementos que
nos quedaban grandes o pequeños…
Al siguiente
día, y ya uniformados, nos dividieron en
Compañías por selección y apariencia de fuerza y estatura…antes me habían dicho
que por mi baja estatura yo quedaría en la compañía de los Rancheros, y que si
preguntaban: Qué sabía hacer… dijera que
pan.
Corrieron
los días, y mis funciones de Servicio se
limitaron al Rancho, hacíamos pan y otras labores relacionadas con la
preparación de los alimentos…Llegó el día de la entrega de armas, y la ilusión
era la de volver a ver a mi madre, y
preguntar sobre la vida de los otros familiares…
Siguieron
los días en el Rancho, anotando que la instrucción militar para el ranchero era
poca, recordaba que solo dos veces habíamos salido a polígono, y mostrábamos torpeza en el manejo de las armas en
comparación a los otros compañeros
asignados a las otras compañías, los cuales ya habían salido a terreno…
Una noche
entre los rancheros, surgió la brillante idea de preparar unos pollos para
nosotros con la disculpa que nadie se daría cuenta…Así lo hicimos y metimos los
pollos adobados al horno, y luego a
esperar que se cocieran para poder disfrutarlos…Pero como nuestros
horarios eran extensos, el sueño nos
venció, y los pollos se quemaron…El olor fue detectado por los guardias, y como
castigo nos expulsaron del Rancho y fuimos a parar tres semanas al Calabozo.
Luego de la
pena de Calabozo, nos anexaron a una de
las compañías que salía para Campaña cerca de Honda, en el Tolima. Recibimos con mi
compañero el Equipo de campaña, y cuando estuvimos en terreno nos dimos cuenta
que habíamos olvidado la carpa y el impermeable… El equipo pesaba demasiado,
y lo peor era, que no sabíamos nada de
instrucción de supervivencia.
Llegando a
un punto llamado El Sapo, lugar del acampe, un Cabo nos dijo que el terreno era
culebrero…Llegó la noche, y transamos con un Lanza, una carpa por un radio, la cual armamos con dificultad…
Al rato
miramos que algunos comenzaron a recoger ramas y hacían una fogata alrededor de
sus tiendas, nosotros nos acostamos sin hacerlo… Entrada la noche, y cuando ya
estábamos descansando, sentí que algo me picaba en un costado de la cadera, me
toque el lugar, pero no paré bolas, y seguí durmiendo…Al otro día miré dónde
había sentido el dolor, y aparecían las marcas de una picadura y la inflamación…
En seguida
se dio la orden de levantar el campamento para proseguir la marcha, porque el
objetivo era cortar el paso a un grupo
guerrillero que había sido ubicado en la región. Cargamos el equipo, yo sentía
un poco de mareo, y problemas con la pierna…la sentía pesada, y al parecer no
me respondía. Habíamos avanzado no más de cincuenta metros, cuando sentí que el
techo se me vino encima, y no supe más… Desperté a los tres días en el hospital
Militar en Bogotá.
Los médicos
decían que había sido picadura de Coral, y que si no reaccionaba al tratamiento
iba a perder la pierna…En la convalecencia tuve la asistencia de un familiar que residía
en Bogotá, la cual con el permiso del médico me hacía curaciones, y me
espichaba pus de la herida…Cuatro meses
duró mi recuperación que se dio entre los más duros pesares, y fiebres continuas y repetidas… En las
últimas semanas, visitaba en silla de ruedas la sala de Recuperación, y allí
pude encontrar a varios soldados que se debatían entre las más grandes dilemas
y encrucijadas…Unos habían perdido sus piernas por las Minas Personales, Otros mostraban,
tenían distintas heridas de combate…Muchos contaban sus penurias y hablaban de
su vida frustrada, porque nunca habían pensado pasar por aquellos traumas…El
mal que yo padecía, era mínimo en
comparación a las penurias de otros.
Muchos
tenían asistencia sicológica que les ayudaba a aceptar y a superar la realidad, allí pude conocer al Teniente Coronel Robinson González del Rio quien nos visitaba periódicamente, y nos
alentaba por ese entonces con voces de aliento y optimismo, y el cual se ganó
el aprecio, el reconocimiento y el agradecimiento de todos por sus atenciones…
Luego de la
recuperación, terminé el tiempo de Servicio en labores de Rancho… Completo, y sin mayores problemas…
Solo me resta
decir: Un saludo para todos los soldados de Colombia que pasan en estos
momentos por los traumas, problemas y los ajustes de la guerra, deseándoles a
todos los enfermos una pronta
recuperación; y, a quienes han perdido parte y alguna de sus
extremidades, alentarlos a seguir en la
lucha, y deseándoles, que puedan superar
sus traumas sin muchas dificultades…
Atentamente,
Ex Soldado:
William Ferney Yela Bazante
Contingente N° 4, de l988.
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