martes, 28 de octubre de 2014

Historia de un Soldado



HISTORIA DE UN SOLDADO(Relato)


Era el año 1988, y había  llegado el momento de presentarse al cuartel, y confiado  de que el intermediario había hecho su trabajo  de comprar a los Propios,  esperaba la salida en la tarde con el resto de mis compañeros… Habíamos entrado al Batallón en Pasto, desde la 7 de la mañana, pasamos por el examen, y siguieron  las horas…A las dos de la tarde no dieron un  refrigerio…Estuvimos formados con lapsos de descanso…Se hicieron las cinco,  y mis compañeros de colegio comenzaron a despedirse…Terminaron de nombrar a los que salían, y yo no aparecía en la Lista de los salvados…Mi desobligo fue grande, estaba dicho… Desde ese momento haría parte de las filas del ejército de Colombia.
 Al rato, comencé a relacionarme con los demás enganchados  de otros colegios, y a cruzar algunas palabras… Supe  que nadie de los colegios particulares había quedado, a excepción de Miguel, los  incorporados eran de otros colegios, de los  públicos…A las nueve luego de otra formación nos acondicionaron en unas esteras y colchonetas  donde íbamos a pasar la noche, porque a las 7.a.m, del día siguiente, tendríamos que partir a Cali, y luego a Bogotá… Antes,  había recibido una nota de mi madre en la cual me decía que me cuide, y me daba sus bendiciones, y con la misma,  me mandaba algunos útiles de aseo y un dinero para gastos…
Llegó el nuevo día, y ya acomodados en el carro, este comenzó a moverse, y  a través de las  ventanillas… Echaba de ver o distinguir a mi madre  para hacerle por lo menos un gesto de despedida,  pero cualquier movimiento  era imposible desde adentro… hacia afuera  no se veía nada,  todos estaban agarrados de  las ventanillas buscando el mismo objetivo: Despedirse… Y afuera  los familiares, también se movían  como  masas de angustia y ansiedad, buscando lo mismo entre las sombras…Lo único cierto,  era que partíamos. Ese día  fuimos enganchados 400.
Llegamos a Cali pasadas las ocho de la noche, hicieron luego una formación, pasamos por los baños, y en un momento ya estábamos en los camarotes descansando para continuar el viaje a Bogotá al día siguiente, el cual decían que era de madrugada, pero luego por otra información, dijeron que el viaje se aplazaría hasta horas de la tarde.
Pasamos el día en Cali, entre formaciones y otros…Por allí se acercaban algunos Cabos y Sargentos que nos daban  confianza,  y  nos decían algunas palabras relacionadas con la vida de la milicia…Algunos nos decían que la vida en Bogotá era muy buena, que mucho ojo con volarnos, que debemos poner atención a las normas, y que cuando salgamos a Campaña deberíamos estar atentos a los signos de peligro, ya que de ello dependía que volviéramos  vivos y completos…
Cuando estábamos en formación,  algunos soldados  se acercaban pidiendo una colaboración o una moneda; y también aparecían los cansones, los que llegaban a burlarse se los pastusos, y los cuales salían con los mismos chistes de siempre,  como: Cara de botín botado, cara de papel leído… Que cómo se pone  la ruana un  pastuso, que la coloca primero en el piso y que luego se tira de cabeza…Llegaba otro y preguntaba a alguien: ¿De dónde es Usted? -El muy bobo le respondía que de Pasto…Y entre burlas y risas le decía: -Cuídese mijo, que si lo ve un burro se lo come…
Nuevamente, a las dos de la tarde nos dieron el almuerzo, pasó la tarde y a las siete ya estábamos listos y sentados  en los buses para partir a Bogotá, y estuvimos arribando a la  Escuela de Infantería No 4, al otro día a las ocho de la mañana… Nos dijeron luego que pasáramos al baño, y en un rato nuevamente estábamos en otra formación…Un Cabo nos hablaba de la buena vida que íbamos a llevar en la Capital, y de nuestra responsabilidad como soldados…Un Sargento nos instruyó sobre el Toque de Dianas, y sobre las distintas convenciones de Grados militares, y además del trato que debíamos acostumbrar…Pasó el mediodía,  y a las dos tuvimos el almuerzo. En otra formación, nos dijeron que por turnos pasáramos a la peluquería, y alrededor de las cinco nos dieron las  prendas respectivas de la milicia, y entre nosotros cambiábamos algunos elementos que nos quedaban grandes o pequeños…
Al siguiente día,  y ya uniformados, nos dividieron en Compañías por selección y apariencia de fuerza y estatura…antes me habían dicho que por mi baja estatura yo quedaría en la compañía de los Rancheros, y que si preguntaban: Qué sabía hacer…  dijera que pan.
Corrieron los días, y mis  funciones de Servicio se limitaron al Rancho, hacíamos pan y otras labores relacionadas con la preparación de los alimentos…Llegó el día de la entrega de armas, y la ilusión era la de volver a ver a mi madre,  y preguntar sobre la vida de los otros familiares…
Siguieron los días en el Rancho, anotando que la instrucción militar para el ranchero era poca, recordaba que solo dos veces habíamos salido a polígono, y mostrábamos  torpeza en el manejo de las armas en comparación a los otros  compañeros asignados a las otras compañías, los cuales ya  habían salido a terreno…
Una noche entre los rancheros, surgió la brillante idea de preparar unos pollos para nosotros con la disculpa que nadie se daría cuenta…Así lo hicimos y metimos los pollos adobados al horno,  y luego a esperar que se cocieran para poder disfrutarlos…Pero como nuestros horarios  eran extensos, el sueño nos venció, y los pollos se quemaron…El olor fue detectado por los guardias, y como castigo nos expulsaron del Rancho y fuimos a parar tres semanas al Calabozo.
Luego de la pena de  Calabozo, nos anexaron a una de las compañías que salía para Campaña  cerca de Honda, en el Tolima. Recibimos con mi compañero el Equipo de campaña, y cuando estuvimos en terreno nos dimos cuenta que  habíamos olvidado  la carpa y el impermeable… El equipo pesaba demasiado, y lo peor era,  que no sabíamos nada de instrucción de supervivencia.
Llegando a un punto llamado El Sapo, lugar del acampe, un Cabo nos dijo que el terreno era culebrero…Llegó la  noche,  y transamos con un Lanza, una  carpa por un radio,  la cual armamos con dificultad…
Al rato miramos que algunos comenzaron a recoger ramas y hacían una fogata alrededor de sus tiendas, nosotros nos acostamos sin hacerlo… Entrada la noche, y cuando ya estábamos descansando, sentí que algo me picaba en un costado de la cadera, me toque el lugar, pero no paré bolas, y seguí durmiendo…Al otro día miré dónde había sentido el dolor, y aparecían las marcas de una picadura y la inflamación…
En seguida se dio la orden de levantar el campamento para proseguir la marcha, porque el objetivo era cortar el  paso a un grupo guerrillero que había sido ubicado en la región. Cargamos el equipo, yo sentía un poco de mareo, y problemas con la pierna…la sentía pesada, y al parecer no me respondía. Habíamos avanzado no más de cincuenta metros, cuando sentí que el techo se me vino encima, y no supe más… Desperté a los tres días en el hospital Militar en Bogotá.
Los médicos decían que había sido picadura de Coral, y que si no reaccionaba al tratamiento iba a perder la pierna…En la convalecencia  tuve la asistencia de un familiar que residía en Bogotá, la cual con el permiso del médico me hacía curaciones, y me espichaba pus de la herida…Cuatro  meses duró mi recuperación que se dio entre los más duros pesares,  y fiebres continuas y repetidas… En las últimas semanas, visitaba en silla de ruedas la sala de Recuperación, y allí pude encontrar a varios soldados que se debatían entre las más grandes dilemas y encrucijadas…Unos habían perdido sus piernas por las Minas Personales, Otros mostraban, tenían distintas heridas de combate…Muchos contaban sus penurias y hablaban de su vida frustrada, porque nunca habían pensado pasar por aquellos traumas…El mal que yo padecía,  era mínimo en comparación a las penurias de otros.
Muchos tenían asistencia sicológica que les ayudaba  a aceptar y a superar la  realidad, allí pude conocer al Teniente Coronel Robinson González del Rio  quien nos visitaba periódicamente, y nos alentaba por ese entonces con voces de aliento y optimismo, y el cual se ganó el aprecio, el reconocimiento y el agradecimiento de todos por sus atenciones…
Luego de la recuperación, terminé el tiempo de Servicio en labores de Rancho… Completo,  y sin mayores problemas…
Solo me resta decir: Un saludo para todos los soldados de Colombia que pasan en estos momentos por los traumas, problemas y los ajustes de la guerra, deseándoles a todos los enfermos una  pronta recuperación;  y,  a quienes han perdido parte y alguna de sus extremidades,  alentarlos a seguir en la lucha, y  deseándoles, que puedan superar sus traumas sin muchas dificultades…
Atentamente,
Ex Soldado:
William Ferney Yela Bazante
Contingente N° 4,  de l988.


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