EL HOMBRE DEL SOMBRERO
Todos le decían el Enfermo, era un señor elegante
pero de aspecto misterioso, cuando llegaba a las sastrerías saludaba de manera
efusiva pero nunca daba la mano. Hablaba siempre de cosas raras e
incomprensibles que tenían que ver con cosas de la política o con gobernantes
excéntricos. Nunca lo vimos comer ni beber, jamás acompañado de alguien, se
presentaba de repente en los talleres de la cuadra, y así como aparecía,
desaparecía… pero no era un ningún espíritu, o algo parecido. Aunque nadie nunca miró que él se iba o se alejaba, cuando
regresábamos a mirar, él ya se había ido.
A veces le pasábamos cosas de
comer, y él las recibía, pero nunca las degustaba, las dejaban en algún lugar,
pero éstas ya no eran las mismas, cuando las íbamos a retirar para botarlas,
habían perdido su color natural, y aparecían insípidas y deslucidas como viejas
o pasadas, era como si solo hubiera tomado o absorbido solo su Chactis
potencial, o esencia de ellas, y el resto lo hubiera despreciado
Vestía solo trajes de color habano claro, con
camisa blanca, zapatos cafés claros, sombrero blanco clásico. Nunca supimos de
dónde venía, o dónde vivía, porque sobre esto nunca obtuvimos respuesta, ni
nadie nos comentó al respecto. Cuando le preguntábamos sobre este asunto, el respondía
que era de cualquier parte donde hayan conflictos mayores, soy de cualquier
sitio, no tengo lo que ustedes llaman patria o nacionalidad, respondía. Entre
nosotros como trabajadores de las sastrerías de la cuadra, nos pasamos varias impresiones sobre él, pero nadie sabía más de lo que todos nos
contábamos. Algunos decían que apareció el
mismo día que un poeta se posesionaba de Presidente en un país vecino en el 82,
y que luego desapareció de la cuadra, días
antes de la toma del Palacio de Justicia…
Dicen que
por esos días, retiró un traje marrón claro en el taller de Guillermo, pagó, y salió.
Algunos lo recuerdan como a un hombre de piel
extremadamente pálida, y en las mejillas
y la frente algunas manchas rosadas, otros lo recuerdan por la ligereza de sus
manos que cuando hablaba, las movía como
aspas de ventilador…Otros lo recuerdan por el olor de una loción a rosas que
usaba, o por la fuerza de su mirada.
Cuentan los sastres, que cuando le tomaban las
medidas de sus prendas, porque unos cosían sus chaquetas, otros los pantalones,
otros las camisas…las medidas habían de ser
rectificarlas varias veces porque siempre fallaban. Algunas veces su
tórax medía 108 centímetros, y otras 90;
las mangas de sus pantalones a veces medían l05, y otras 115 centímetros…A
veces lo veían gordo, y otras flaco; a veces lo veían grande, y otras veces pequeño.
Decían que a ratos lo veían translúcido… Pero lo
que todos aseguraban, era que tenía
aspecto enfermo, y que sufría de varias
enfermedades, como: leucemia, hipoglucemia, raquitismo extremo, anemia… pero
otros decían que era normal, o cuajado. Cuando llegaba a las sastrerías del
sector se paseaba de un lugar a otro, casi nunca estaba quieto o callado,
siempre en movimiento y hablaba de cosas increíbles, como aquello de: que en un futuro en un país
vecino, ofrecerían trabajo a los jóvenes, y luego aparecían muertos vestidos de
soldados… O que los enamorados regaban acido a la cara de sus novias para que
nadie más las pretendiera.
Nadie supo nunca dónde vivía, a pesar de que habitábamos en un pueblo
pequeño. Nadie supo dónde estaba su
casa, no le conocieron padres, esposa, hermanos, o hijos... Apareció un día en
el pueblo, y otro día, desapareció, ni
tampoco supieron su nombre, en los libros de las sastrerías se hacía anotar
como el Señor X.
Guillermo el último sastre que lo vio, dice: que este día llegó a tocar a su puerta
a primera hora de la mañana, que él se
levantó sorprendido para mirar a ver quién era, pero que varias veces se asomó
a través de la ventana, y que no vio a
nadie, pero que los golpes en la puerta seguían repitiéndose.
Que luego, cuando abrió la puerta, apareció en la
puerta el hombre del sombrero, y le comentó que iba a retirar la prenda en
encargo, porque tenía que viajar a cierta capital de un país, y en lo posible,
trataría de buscar una entrevista con el poeta Presidente, para hablar sobre un
hecho desastroso que estaba por ocurrir, relacionado con un genocidio, y que si
él podía evitarlo sería el triunfo de la razón sobre la impiedad y la barbarie.
Pero nadie le creía lo que aquel hombre decía,
otras veces contaba que en otro país vecino llegaría al poder un Coronel, que
nacionalizaría la producción del petróleo, y que este mismo diría: Que es el
mismo Simón Bolívar reencarnado…Quienes miraron los hechos del Palacio por
televisión, contaban que primeramente el hombre del sombrero, apareció en
pantalla pidiendo a gritos la negociación del conflicto, que en otras imágenes
aparecía llevando o sacando al hermano del presidente, en otras cargando
heridos y tirando camillas… Y en otras,
aparecía poniendo el pecho a las balas de los cañones, pero que luego de los
dos primeros días del conflicto, nadie lo volvió a ver…
Así era él, aparecía y
desaparecía… Cierto día, en el parque contiguo a la cuadra apareció una estatua muy parecida a la del hombre del sombrero, al mismo
cliente que nos visitaba en las sastrerías…Lo raro de esta estatua es que
cuando hace sol parece translúcida o transparente; y cuando hace viento, parece
que sus manos se mueven como aspas… Desde hace días, una fragancia de rosas
invade la cuadra, y en el parque, donde antes no crecía nada, ahora se abren
rosas del tamaño de un platanal. Lo raro,
es que la estatua presenta una abertura redonda a la altura del pecho,
como si una bala de cañón viejo la hubiera atravesado…
Cuando llueve, la estatua toma
todos los colores claros que el vestía… Y el sol, aprovecha a veces la abertura
para pasar por el hueco, y descansar un
rato, sentado en alguna de las bancas del parque...
Edward Belloum. 012.
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