domingo, 12 de abril de 2015

LA KUSKUNGA (Capítulo 6 de la Novela...)

Diversiones II

(La Kuskunga.  Capítulo 6. Fragmento)


El comerciante baquiano conoce los lugares donde compra, sabe de precios, calidades, marcas y otros. A diferencia del turista que sale a dar vueltas y compra  en cualquier parte de lo que se antoja, o de lo que cree es bueno tener o necesita.
Visitamos a un paisa que tenía su carreta para atender, y decía: “A mí me dicen el pastuso (cuando los clientes eran pastusos), porque vendo barato, y favorezco a quienes me compran, mis precios están por debajo de mis competidores, escoja y separe lo que quiera y luego arreglamos, usted sabe que estamos en lo mismo barco y que todos tenemos nuestras necesidades…Si Usted me favorece con su compra, yo la favorezco con precios bajos…”
La tía tenía algunos créditos, y al tiempo que cancelaba las cuentas anteriores, abría nuevas facturas de las cuales pagaba algunas,  y de  otras  quedaba debiendo algo…Como siempre algún comerciante preguntaba por algún cliente al cual le habían dado crédito y el cual había dado con su ausencia…
Se iba comprando, se pagaba y se daba las indicaciones del hotel donde hacían llegar la mercancía. La mercancía que llegaba al hotel llegaba en cajas y paquetes grandes,  los cuales nosotros organizábamos en paquetes pequeños y manejables para poderlos manipular, y poderlos arreglar en el avión y otros.
En San Andrés no había el peligro de robos, no había habitantes de la calle, preocupaciones de raponeros u otros. El puerto era tranquilo. Para esa ocasión, la Cucha había tomado pasajes con Tur, porque daban la oportunidad de pagarse a crédito, por lo cual la salida a conocer distintos lugares estaba incluida.
A las dos de la tarde luego del almuerzo nos invitaron a visitar el Johnny King, unos islotes cerca de la isla a los cuales se llegaba en yate.
El trayecto era agradable, sentados o tomados de los pasamos del yate, se podían apreciar las bellezas naturales de la isla.
A lo lejos una ballena tiraba un chorro de agua hacia lo alto llamando la atención de todos…Yo calzaba  las chanclas y tenía puesta la ropa que me había regalado Isabel, quien me miraba de reojo mientras intercambiaba conversa con algunas señoras. En un momento se acercó por la espalda, y sin arrimarse  dijo: Cómo  amaneció el pajarito, le contesté que bien. Por el resto del corto viaje, Intercambiamos  palabras acerca del día, del sol, del bronceado, y otros.
Llegamos al islote y nuestros pies tocaron el agua tibia y la arena. Comenzamos a caminar y fuimos hasta un local donde ofrecían bebidas y agua. En un rato llamaron para participar en una dinámica, y  jugamos: “Al Encuentro de la Mamá”.  El juego consistía en separarse por parejas, hablar algo, conocerse en la voz. Luego una de las parejas  vendaba a la otra, por lo cual resultaban varios los vendados que se dejaban en el centro… y alrededor, las supuestas madres llamaban a sus hijos. Los supuestos hijos  entre  movimientos torpes, tropiezos, y caídas buscaban a sus madres… Para que la búsqueda se hiciera más difícil, las madres rotaban o cambiaban de lugar. Terminada la ronda, se intercambiaba el papel entre los participantes.
Para la primera parte del juego, me tocaba encontrar como madre a Isabel. Me vendó con su pañoleta, quedé en la oscuridad sintiendo la caricia del sol y de la brisa en mi cuerpo, y con su  mano,  me llevaba hacia el centro del juego… Cerca se escuchaban risas y  voces. Al mandato del organizador, se escuchó, madres den varias vueltas a sus hijos en su sitio…Ahora: ¡Retírense y llámenlos. Madres llamen a sus hijos… Hijos, a  buscar a su Madre!
Tenía que pronunciar la palabra madre o mamá que hacía mucho no lo hacía…La palabra se ahogaba en mis labios, tal vez, mi respiración no daba para entonarla o gritarla…Dudé mucho en pronunciarla, y  cuando al fin pude decirla, salió débil, tenue, moribunda, sin ánimo…
Luego de mucho esfuerzo pude pronunciar  ¡Mamá! Entre risas. Luego lo repetí nuevamente, y los recuerdos se apoderaron de mis sentimientos, era huérfano, y  recordé aquella realidad entre pesares incalculables. Recordaba   los ojos  mi  madre, el momento de su muerte… En ese momento, la angustia que se había apoderado de mí… Recordaba que el día su muerte que había coincidido con el día de juego de inocentes, y los jugadores  apostados en azoteas, y balcones, creyendo que el féretro era parte del juego, nos lanzaban todo tipo de bombas y  regueros de agua sin ninguna consideración. Algunas calles tenían barricadas, por lo cual había que bajarse  para abrir  paso al carro  fúnebre que llevaba el ataúd…Complicado para los dolientes, que un familiar muera en  días de fiesta, o en época de carnaval…El médico que debía firmar el Acta de defunción estaba perdido en los recovecos de la celebración y del alcohol. Todo cerrado, y por cierto a falta de Cura, tuvimos que velar 2 días el cadáver…
¡Grite a su madre! -Me dijo el organizador… Volví a gritar: -¡Mamá!...Y sentí que las lágrimas se escapaban de mis ojos, sentía un nudo en la garganta, y con las manos extendidas toque un cuerpo, y lo agarré del brazo, era una mujer, quien al instante me dijo entre risas: ¡Suéltame, yo no soy tu madre!
Grite dos o tres veces más ¡Mamá!, y entre los espacios: recordé cómo había muerto mi madre, flaca y desconocida, postrada a una cama con la apariencia de una clavera. Su cuerpo se había reducido en estatura, por lo cual el ataúd quedó grande para su tamaño. Comenzó a sufrir de reumatismo, el cual al principio lo trataban con masajes de petróleo crudo, luego con masajes de maceración de marihuana en alcohol, luego le comenzaron a aplicar una inyección de Dispropan cada tres meses, luego la dosis  fue más repetida…Al final, terminaron aplicándole la dosis cada tres días…a la semana murió…La señora está muy malita, recuerdo que dijo el enfermero, no aguanta ni una gota más...
Con mi hermana casi que no nos despegábamos de la enferma. Luego de muerta y contando sobre la droga que le había servido de tratamiento, alguien dijo: La embarraron: Esa ampolleta no se aplica sola, sino con una de Complejo “B”… A quién culpar: Al médico que le había recetado la dosis o a nuestra ignorancia. En un momento sentí que unos brazos me tomaban, y entre risas y sentimiento me decían ¡Hijo!, era Isabel. Sin hacer esfuerzo por quitarme la venda me refugié en sus brazos, no sé si ella sintió mi necesidad de apoyo y de ternura, lo cierto es que me sentí protegido…En un momento me quitó la venda, y me dijo: Tenemos que seguir el juego, colócame la venda…
Continuamos con la siguiente ronda del juego, yo gritaba ¡Hija!, pero mis pensamientos estaban puestos en la desaparición de mi madre,  recordando como luego de su partida había quedado al cuidado de mi tía…Me sentía fuera de lugar, o como si algo grande e importante me faltara. El juego siguió, y terminé por encontrar a Isabel en su papel de hija, para buscar de pronto un poco de consuelo, que ella sintiera mi necesidad de ternura. El juego terminó, dijeron que podíamos esperar un poco, y que luego ellos daban la señal para la siguiente actividad.
Volvimos al local buscando algo para tomar, ella me preguntó que porque estaba tan callado, le dije que en el juego había recordado la partida y la ausencia de mi madre…Ella respondió: Pobrecillo tocándome la cabeza con ternura, la miré, y entendí que no valían más lamentos.
Ella pidió una gaseosa, y yo una cerveza que engullí desesperado. Nos sentamos sobre una banca dentro del local buscando un poco de refugio del sol. Comentamos algunas cosas, y le pregunté que dónde había ido la noche anterior, que cuando la fui a buscar a su habitación no estaba. Dijo que había ido a entregar una mercancía que había llevado.
Salimos despacio del local,  y nos acercamos a la orilla con dirección a donde estaba un nativo mirando a  distancia con unos binóculos, le pregunté que qué miraba. El respondió que las montañas de Nicaragua. Le dije que si aquello  era posible, éste me pasó el aparato, y ciertamente a lo lejos se miraban unas montañas con tonos azules.
Le pregunté qué cuánto se hacía desde San Andrés hasta Nicaragua, respondió que no más de dos horas. En un rato, llegaron al lugar otros nativos y comenzaron a hablar en un extraño inglés.
Se arrimó un compa que le decíamos el Guatarilla, y pasando de chistoso se puso a hablar con los nativos remedándoles o tratando de hablar en el Inglés que estos hablaban…Al rato, estos  se dieron cuenta que lo que decía el compa era mamadera de gallo,  y así se lo repetían: Lo que tú hablas no es nada.
Entre los nativos se podía ver el orgullo de ser colombianos, decían que muchas veces Nicaragua había querido reclamar la isla como parte de sus territorios, pero, ¡Nicas, Nunca…Nunca! Repetían.
Como parte de las actividades del Tur, los nativos presentaron saltos al mar desde un peñón, luego del cual debían aparecer en la superficie con un pescado en un arpón, y a la vez invitaban a quienes quisieran refundir con equipo para mirar en el fondo  las tonalidades y las especies marinas.
Escuché el llamado de mi tía, y fui a mirar de qué se trataba. Me dijo que si quería tomar algo, le dije que no, que no se preocupara. Di una vuelta por allí, y miré a una joven que estaba recogiendo conchas en su bolso dizque para llevar de regalo o como recuerdo a sus familiares. Le dije  que no debía hacerlo, porque el agüero era que tenerlas en casa traía la ruina…Como movida por un resorte sacó rápidamente las que ya había guardado y las dejó sobre la arena…Luego me preguntó sobre lo que sabía al respecto. Le respondí que aquello lo había escuchado de varias personas, y que incluso el agüero se hacía extensivo a los acuarios.
Me dijo que se llamaba Daniela, tenía unos ojos claros azulados como el día, su piel era blanca con pecas, cabello lacio castaño algo largo, tenía un cierto aire de princesa, extrajo de su bolso una botella de jugo y dijo: si quería, abrí la botella y me serví un sorbo, traté de devolvérsela, y dijo: Termínala.
Seguidamente dijo: acompáñame  al peñón desde donde saltaron los nativos, dejó sus cosas al pie, quedó en vestido de baño, subió a la peña, luego de un impulso y se tiró al mar, y al rato,  apareció sonriente y estilando agua por su cara, y dijo: ¿Quieres probar?
Yo llevaba un pantalón de baño, regalo también de Isabel, me dispuse sobre la piedra y salté, volví a la superficie, y Daniela dijo que si refundíamos… Vamos dije. Cuando tomamos algo de profundidad comencé a sentir un poco de ardor en los ojos, lo cual pasé por desapercibido. El fondo del islote ofrecía un espectáculo colorido, peces diminutos de variados  colores, corales, algas y otros… Agotado por  el aire salimos nuevamente a la superficie, pedimos el equipo de buceo, y volvimos a refundir…Daniela me condujo hacia la entrada de una caverna, entramos,  y dentro, se podía observar un mundo de película.
Gran variedad de peces pasaban cerca, fijé mis ojos en un pez barbón que parecía saludarnos haciendo pequeños movimientos en el  fondo de la caverna, dimos la vuelta,  y volvimos a la superficie… la riqueza de la fauna era realmente espectacular.
Entregamos los equipos de buceo, y nos sentamos con Dani a intercambiar impresiones. Ella dijo que era la tercera vez que iba a la isla, que sus otros viajes de vacaciones los había hecho a distintos lugares, que en ese momento la acompañaban sus tías, a las cuales me indicó desde lejos. Dijo que en Pasto había recibido clases de natación en un club privado, y me preguntó que donde había aprendido a nadar, le contesté: que en una piscina pública en la cual ayudaba con el aseo.
Dani saco una toalla que cargaba en su bolso, y comenzó a secarse el cabello, el sol bañaba su piel con tonos de vida, me miró a los ojos,  y dijo que si podía esperarla esa noche en el bar luego de las ocho…Le contesté que bueno,  y nos despedimos.
En un momento llamaron para abordar el yate que nos llevaría a la isla. Volvimos, y fuimos rápidamente al hotel para volver a salir en seguida.
Con la tía,  estábamos nuevamente en los almacenes buscando algo más que debíamos llevar.
A las siete estábamos nuevamente en el comedor, eché de ver a Isabel y no la miré,  Dani tampoco fue a cenar. Comí  y subí a la  habitación. Pasadas las ocho estuve entrando en el bar, y no miré a Dani, Salí hasta la puerta del hotel, fui por un cigarrillo  y volví. Entré al bar, y sonaba un disco de Willy Colón, “Periódico de Ayer”, miré hacia la barra y allí estaba ella, lucía un vestido apretado color blanco de seda tipo mini, cuando me miró se levantó y pude verla en todo su esplendor, relucía como todo un ángel sacado de la noche, de aquellos ensueños  más recónditos e ideales… Me tomó de la mano y salimos del hotel con rumbo a otro bar ubicado a la vuelta.
Sentados, Dany pidió Margarita para ella, y para mí -dije-  cerveza. El bar tenía pista y algunas parejas se estaban bailando. Suena el disco de ABBA “Chiquitica”, y dice: Bailemos.
En la pista, ella coloca el paso, y comienza a moverse de manera muy sexi…En un momento,  estábamos cerca, muy cerca, movía sus caderas rítmicamente al tiempo que tarareaba la canción… Yo trataba de seguir sus movimientos…Al rato estaba encendido, el pantalón me apretaba en la entrepierna, ella daba media vuelta y rosaba el montón con sus caderas…el baile prometía más, y al rato estábamos unidos entre  besos.
En el apartado nos entregamos a las caricias, me decía: En mis viajes aprovecho para hacer algunas salidas que no puedo hacer en casa. Le dije: Me gustan tus  besos. Ella respondió: Espero que te guste toda. Dani terminó el coctel y pidió otro. Me dijo que no me preocupara por el costo que ella lo arreglaba, y entre besos, metí la mano debajo de su vestido, y pude notar que no traía interiores… Comencé a buscar, y su  vaso que se agitaba en convulsiones… Metí un poco más, y sentí mi dedo aprisionado, y entonces comencé a masajear suavemente hasta lograr encontrar el péndulo, ella abrió un poco sus rodillas, y luego de un rato se vino entre susurros ahogados…De fondo sonaba una balada de Lorenzo Santamaría…Si tú fueras mi mujer, mi compañera…
Al rato terminó el cóctel, y me dijo que fuéramos a otro lugar…Salimos y compramos licor en una tienda y buscamos un hotel…Algo me decía que debía ser cuidadoso con ella, al fin de cuentas no era como otras, le dije que si planificaba o si usamos un preservativo, ella dijo que no había problema, porque acaba de menstruar.
En el cuarto, se dio la vuelta para que bajara la cremallera de su vestido…la bajé, y fui descubriendo sus hombros, dejando luego su cuerpo al descubierto, no llevaba Brasier, y  estaba ahora desnuda ante mis ojos. Se dio la vuelta y tomó el broche de mi pantalón, lo abrió y comenzó a bajarlo, y luego el interior…En esas apareció el pitón saliendo de su encierro, y libre de protocolos se presenta descubierto ante la nueva amiga. Mirando la aparición, ella no salía de la sorpresa, y entretenida pasó unos minutos  presentado sus saludos.
Luego hablaba de unas cosas que no paré cuidado, comencé a entrar en calor y  rodamos por el piso entapetado. A pocos nos fuimos acercando a la cama, y comencé buscar penetrarla, trataba de introducirlo pero no lograba el cometido, luego recordé la técnica de subir un poco sus caderas, y decirle a ella que tomara el pitón y lo colocara justo en la entrada, sabía que tenía que ir despacio, y así lo hice…Fui entrando despacio, pero había mucha resistencia, y no cedía…
Hice algo de esfuerzo por penetrar, y  ella dijo que despacio que sentía dolor…Retrocedí algo, y noté su descansó. No había podido introducir casi nada…Mi experiencia me decía que Dany era virgen, por lo cual había que hacer una pauta por ese día, y volver a intentarlo en otra ocasión…El resto del momento nos dedicamos a saciarnos de caricias, ella se divertía con el pitón,  yo le acariciaba todos los rincones de su cuerpo. Se vino dos veces más  en entre caricias y besos…Paciencia me decía, otro día será…
Blog: Edward Belloum.015.




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