EL CIRCO I
PRIMERA
PARTE:
Nada más
placentero para los chavales del barrio, que llegue el circo, o la ciudad de
hierro... Las pelotas de trapo se
guardaban, demás juegos a esperar…Entonces todo giraba y se movía en el sabor y color de circo…
Marzo del
año 58…
El Circo Royal Dumbal, trajo para esa ocasión tres elefantes africanos, donde se destacaba
Dumbo, un elefante con orejas gigantescas, que cuando las movía levantaban el aserrín de
la pista.
Dumbo era más grande de los tres. Había también un elefante bebé que comenzaba
a hacer sus primeros pasos en el circo, y aparecía al final de las presentaciones, trayendo en su trompa un gigantesco biberón, que insinuaba según las palabras del animador
que tenía hambre, y empujaba a los otros
elefantes hacía la salida de la pista para que le dieran de comer entre el aplauso del público.
Mirar a los leones en sus jaulas estallando
tremendos rugidos en sus fauces, nos hacía desear, estar alejados de la
probabilidad de caer entre sus dientes, porque
decían, que cuando un león abría
sus fauces, tenía ganas de
comerse un niño malo, o un perro…Pero ojo, cuando llegaban de los circos, desaparecían misteriosamente
los perros callejeros…
Los perros
amaestrados llamaban la atención y la complacencia de todos, porque mirarlos en
sus números y movimientos era divertido y asombroso.
Mirar a la perra Pekinés Laika, tirándose desde lo alto del trapecio en movimiento….para
caer justo en un saltarín… Deteniendo la respiración del público…y luego, escuchar el estallar de los aplausos.
Otros perros,
bailaban y pasaban a través de obstáculos, subían encima de los caballos…Y al final, un perro
Alemán rescataba de entre las llamas a su amo…
Nosotros,
queriendo domar a los perros del vecindario, recibíamos solo mordiscos…Perros brutos que no querían
convertirse en estrellas.
Además de
los perros amaestrados, traían perros propios para la seguridad, y que
perseguían a los vagos y que entraban al circo por los huecos sin pagar.
Otra de las atracciones, eran los osos siberianos que pasaban por el
temible aro de fuego, luego de bailar y leer periódicos.
Todo el
andamiaje y los elementos propios del
circo, eran la admiración y motivo para el chisme y el comentario. Todo lo que
decían los mayores, despertaba interrogantes, y asombro.
La música y
las invitaciones al circo, salían de bocinas con fuerza y con estruendo. Era el
tiempo de los discos de la Sonora, con sus cantantes de fama, Celia; los tangos de Gardel y otros, entre los
cuales sonaba: “Hasta siempre amor”… boleros de tríos, Tito Cortez, y el Jefe
Daniel Santos.
La música, vibraba entre los reflectores del circo, y el Royal Dumbar trajo Cuatro
para esa oportunidad, colocados en los
puntos cardinales, y en las noches
se cruzaban sus chorros de luz, y cuando
se encontraban en el horizonte, parecía
mirarse principio de los cielos…para nuestra mentalidad de niños, aquello era
grandioso, y misterioso.
Entre las niñas trapecistas y
contorsionistas…Había una niña en especial, de ojos azules y cabellos dorados,
que parecía un ángel, y la
cual aparecía en varias presentaciones…
En la calle
se la miraba bella, pero normal. En una
de sus presentaciones aparecía dentro de
una caja pequeña para su tamaño, donde solo se le veía la cara, y la caja a su
vez estaba sostenida por un trípode, donde tomaba una carta con la boca, que
luego el mentalista leía el porvenir
de los curiosos.
El mismo
mentalista, aparecía luego como mago, y la niña era atravesada por espadas
dentro de otro cajón; y en otro, la niña giraba dentro de una rueda, donde el
mismo mago con disfraz de indio, le
lanzaba puñales…
Sobre el número de la caja, y como niños, nos
preguntábamos cómo la niña podía alcanzar en una caja tan pequeña…Y el Benitín
(apodo de un niño flaco y pequeño) nos
decía que su mamá había dicho que para alcanzar en la caja el mago le cortaba
el cuerpo… y que luego del número, se la
volvía a pegar… por lo cual el pequeño mentiroso, se ganaba una rechifla y la pamba
de todos.
Las
mujeres buscaban la oportunidad de
tomarse una foto dentro del circo, con el cantante de ojos soñadores. Y cuando este salía a la calle, despertaba en las
mujeres el ánimo de tocarlo, y era acosado y perseguido…
Para evitar
el acoso de las mujeres, el cantante
salía a la calle disfrazado. En el
escenario, lucía vestidos de charro
dorados y plateados, e interpretaba canciones mejicanas y otras de moda, como: Chacha Linda…esta la dejaba de última,
porque eran tantos los aplausos, que la
repetía hasta cuatro veces.
El comentario que hacían del cantante Loáis
Esteban, era que de chico éste ayudaba a su padre con el cuidado y
mantenimiento de los leones, y que una vez por descuido se acercó a un león hambriento, y había recibido un
zarpazo que le desgarró las partes íntimas…Luego notaron, que su voz se volvía dulce y melodiosa…
Los trapecistas, hombres fuertes, y mujeres agiles y bellas que volaban por los
aires como pájaros humanos, y que al
subir por una cuerda lo hacían sin esfuerzo,
con gracia y elegancia… En sus
presentaciones, y justo en el último momento, quitaban la red de protección
para jugarse la vida con sus “triples
saltos mortales”… mientras el animador,
pedía el silencio de los asistentes:
Cualquier ruido o distracción puede
poner en peligro la vida de los
artistas, decía…
Los payasos con sus prendas llamativas, sus
enormes zapatos que se arrastraban por el piso como hojas gigantescas. Con sus
caras pintadas que tapaban su identidad,
hacían el entretenimiento de todos, con sus tomaduras de pelo, y sus innumerables
golpes con varas bifurcadas que sonaban
cuando hacían contacto con el cuerpo de los otros sin causar daño.
Su lenguaje lleno de dichos y remoquetes, la
tergiversación o la simulación de las situaciones que llevaban a la broma, llenaban de alegría.
Para
entonces, los operarios ya habían alistado las redes de los trapecios, o las
jaulas de los leones, u otros, según el
número que continuara.
El hombre de
acero que doblaba entre su cuerpo y sus brazos
varillas de hierro de una pulgada, y luego el animador retaba a
alguien del público capaz de
desdoblarlas. Algunos, los más fuerte se medían al intento, pero nada…Y ante el asombro de la
gente, el hombre de Acero, las
desdoblaba y las dejaba listas para el siguiente número.
El mismo, levantaba sobre sus hombros 230 kilos
representados en una enorme pesa. En otro Acto, dejaba que cuatro hombres se
colgaran de una varilla: dos a cada lado, y luego los levantaba, y pedía que dos niños reforzaran el peso, y también
los levantaba….
Decían que
el Hombre de Acero se alimentaba con una ternera diaria, porque comer carne en
cantidad aumentaba la fuerza. Otros decían que se comía 50 huevos crudos todos
los días… que tenía 3 testículos, que era hijo de Supermán, o de,
el Santo…Era gigantesco, media
más de 1.80, y que pesaba más de 200 kilos…
La Mujer Barbuda, que despertaba el terror de las mujeres y su
compasión, porqué dios la había castigado por curiosa, porque de niña se había
raspado la cara con una cuchilla con la
que habían rasurado a su padre recién fallecido... La mujer aparecía en una
jaula comiéndose un pollo crudo para infundir respeto y terror…
El hombre
elástico, que al inicio de la presentación
aparecía en una caja diminuta, y luego iba sacando una a una sus extremidades.
Decían que este había nacido así, porque
su madre cuando estaba en embarazo se había comido varios paquetes de salchicha
con todo plástico. Que en el momento del parto, la vida de la madre había
corrido mucho peligro porque las piernas del niño estaban pegadas a la garganta de la madre como enredaderas, y
que esta se había visto obligada a hacer gárgaras de eucalipto con aceite de
Ricino para despegar las piernas del
niño. Que el momento de nacer, el niño se había estirado tanto que parecía una
cuerda que dio dos vueltas a la cama, y que luego con mimos y cuidados, había
cobrado tamaño normal.
El hombre
que se convertía en esqueleto, y luego
volvía a recobrar su apariencia normal. Se decía que tenía pacto con el diablo,
quién en el momento de convertirse en esqueleto se lo llevaba al infierno, y
que luego con la ayuda de la Virgen del Carmen recobraba nuevamente su
apariencia.
Desde el día
que lo miré a los ojos tenía pesadillas.
Ese día encontramos a Albert Yang, en la
tienda de don Asmodeo comprando algo,
sus ojos eran como tizones de fuego, y tenía una forma de mirar que lo
emborrachaba a uno. Desde ese momento lo soñaba por las noches manejando un
carro de fuego tirado por dos caballos negros brillantes que corcoveaban en el
techo del inquilinato.
Otro era el Mago-Mentalista que adivinaba la
edad, el nombre y el sitio de residencia de los espectadores… En su número
pedía a un asistente el reloj y una fotografía los cuales hacía desaparecer, y
luego aparecían en el bolsillo de otros asistentes. Adivinaba el nombre, la edad y sitio donde vivían los participantes...
Cuando el
lote donde llegaban los circos quedaba
corto o pequeño, algunos tomaban piezas
en alquiler en las casas vecinas, por el tiempo que duraba la temporada.
El “Mil
Caras”, tomó en arriendo una pieza en nuestro
inquilinato, y lo buscábamos para que nos contara sus historias. Decía haber viajado a países lejanos y misteriosos, y haber pasado
por muchos peligros.
Que cuando arribaron a Japón, desembarcaron en muelle equivocado, y que
cuando tocaron tierra, comenzaron a ser atacados por un grupo de hombrecillos
amarillos, los cuales tenían los ojos
rasgados como ranura de alcancía,
y que volaban como si tuvieran alas, y
los atacaban con todo tipo de golpes y
gritos aterradores. Que si no
hubiera sido en ese momento, por la intervención de: Hernie, “El lanza
Cuchillos”, quien había clavado sus
cuchillos en las piernas de los hombrecillos, éstos los hubieran matado…
CONTINUA…
BLOG: EDARD
BELLOUM. 014.
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