AQUELLA VOZ
Qué pereza, va a amanecer
nuevamente lloviendo. La de sociales dijo que es por el “fenómeno del niño”,..
En un rato habrá que levantarse… y con
lo crecido que estará el río hoy. El
lunes de la semana pasada no pude ir a la escuela porque también llovió, y tuve
que regresarme del puente, y ni siquiera Julián el niño de Once pudo pasar.
¡UUUYYY! Qué frío hace, me cobijo
un ratico, y luego me levanto o me levantan… da igual.
Igual a qué. ¿Que cuánto es la
mitad de dos más dos? Me parecía tan
fácil y no supe cuánto era; sólo el sapo del Mono dijo que eran: tres, y justificó la respuesta. Imagínese en ese
tiempo cursaba el Noveno y no saber esa chimbada.
Por esos días, como otras veces me
quedé un momento boca arriba sobre la cama, y ahí fue: otra vez la voz. ¿Qué
voz? No sé, pero en esos días, escuchaba una voz que me decía cosas… me
prevenía de accidentes y de problemas,.. y siempre aprovechaba esos momentos en que me quedaba boca arriba para posesionarse de mí, y era entonces, cuando me hablaba…
Al principio me daba miedo, y
quería gritar, pero daba lo mismo, el miedo no me permitía ni moverme. Luego me
hablaba y yo le escuchaba con
tranquilidad, incluso había aprendido a preguntarle cosas, como: Si pasaba el
examen de Matemáticas, que quién sería elegido Personero, que quién ocuparía el primer lugar en el
Periodo, y tantas otras cosas más. Preguntas éstas, que siempre me las contestaba con una increíble certeza.
Y lo mejor, había mejorado en todas las notas, era la primera en
todo, y siempre ocupando el cuadro de
honor. Pero la envidia y la zalamería de Valeria no se hicieron esperar. Me
decía que yo era muy linda, y que quería hacer grupo de estudio conmigo. Que le
contara el secreto de mis buenas calificaciones, y mil cosas más.
Yo le sacaba todo tipo de
disculpas, y le decía: que para sacar buenas notas, había que estudiar con
dedicación. No le podía contar nada, porque la voz me había dicho: que nunca le
contara nada a nadie, o el encanto desaparecería.
Pero un día de esos que estaba un
poco aburrida, acepté que Vale me
llevara a su casa. Ella tenía llaves y abrió la puerta y me hizo seguir.
Sentadas en la sala me dijo que estuviéramos tranquilas, que nadie nos
interrumpiría porque ella era única hija y que sus padres no estaban en el caserío.
Luego de comer unas golosinas, me
dijo que si tomaba un poco de Champaña, yo dándomelas de veterana le dije que
Okey, pero lo cierto es que a mis trece
años, nunca había probado licor. Tomé el primer sorbo y me sentí como en
las nubes… y Vale volvió a traerme el
cuento de Julián, el niño más lindo de Décimo, y me embolató diciéndome que me
había mandado saludos, y otros cuentos más.
Luego, tomé unos tragos más, y
aturdida por la Champaña, volaba entre cortinas de seda y algodón… Valeria me
volvió a preguntar que quién me ayudaba en las tareas… Ya sin trabas en la lengua por el efecto del
licor -lo estúpida que fui-, le conté todo, completamente todo sobre aquella
voz que me ayudaba en todo y que me asistía.
De eso, ha pasado aproximadamente un año y medio. La
voz me abandonó. Vale sigue igual de
frívola. Julián ya está cursando Once y como siempre ni siquiera me mira. Ahora ocupo el puesto número veinte, y pese a todos
los esfuerzos no he podido mejorar. Soy muy juiciosa, pero un poco
desmemoriada.
Al otro día del incidente en la
casa de Vale, ésta regó la bola como
pepas de café, y le contaba a todo el mundo entre risas y burlas, de que yo estaba endiablada y otra sarta de mentiras más. De allí en adelante, la vida en
el colegio fue insoportable, y con los
días, tuve que decirles a mis padres que me cambiaran a otro lugar.
¡No! ¡Qué pereza mija! Y tener que levantarme…
¡Oh, No! ¡Volvió a pasar! volvió a pasar… estoy posesionada por aquella fuerza extraña:
la voz ha vuelto, ha vuelto…
¡Claro que ha vuelto mija! ¡Ha
vuelto a dormirse! ¡Levántese que se le ha hecho tarde… ¡
ALEJANDRA MARTINEZ. GRADO: 9°.
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