LOS SUEÑOS DE JUANCHO
Veinticinco de Diciembre. Ya se
escuchaban todo tipo de ruidos afuera de los muchachos desempacando y
estrenando sus juguetes nuevos,.. Nosotros la gallada, le habíamos pedido a
nuestros padres bicicletas de esas que
podían hacer saltos y demás, y a todos se nos cumplieron los deseos.
Sentí el chiflido de mis amigos
como en eso de las nueve de la mañana. Por mi parte, ya
estaba cambiado con ropa nueva y
listo con la
“brillosita” mi bici… Pedí los permisos correspondientes a mis
padres para salir; y ellos, que la
noche anterior habían tenido una al farra, sólo atinaron a decir entre dientes:
¡SI ¡ Pero tendrá cuidado mijo…
Primeramente hicimos varias
demostraciones en la calle, subimos por los
sardineles, colocamos algunas tablas en la calle para hacer saltos, y
otros… Cansados de todo, alguien dijo: los que se pisan, y
enrumbamos todos desde la casa hasta la
Plaza de Bolívar, salimos a la décima, y luego nos enrumbamos para la Candelaria, subimos por una calle toda
empinada, y al final no pudimos más y descansamos frente a una casa grande de
gruesas puertas…
Qué raro, una de las puertas estaba a medio
abrir, y nuestra curiosidad nos llevó hasta el interior de la casa con
bicicletas y todo. Nos encontramos
luego en un gran patio donde había varias sillas y bancas algunas tiradas por el
piso; al parecer, allí también había habido fiesta, porque además se
encontraban todo tipo de envases y empaques de licor y cigarrillos tirados
sobre el piso.
En una mesa, estaban varios vasos aún con licor trasnochado,
en los cuales las moscas hacían
también su fiesta de navidad, y discutían sobre si era mejor
embriagarse, o ir a buscar otras
porquerías.
De pronto Luis, encontró un
muñeco tirado en un rincón del patio, y comenzó a tirarlo primero a Pedro, y
luego uno y otro comenzamos a tirarnos el muñeco y a jugar con él montados
desde las bicicletas.
Fue algo divertido hasta cuando
sentimos un fuerte grito que venía de una habitación en la parte de arriba, que
nos decía: ¡Muérganos Ladrones, ahora van a ver lo que les pasa!
Como pudimos buscamos la salida, y escapamos divertidos y nerviosos
del lugar, descolgando a toda velocidad por las calles empedradas hasta llegar
a la esquina de la séptima con diez.
Nos reunimos, y notamos que Luis
sacaba el muñeco que encontramos en la casa de debajo de su camiseta, y fue
allí, a plena luz como pudimos detallarlo en toda su forma. Era un muñeco
realmente feo y horroroso, envés de
manos tenía unos garfios brillantes de un metal parecido al acero. Su cabeza era toda greñuda y de cabellos
lacios y despeinados. Sus ojos eran saltones y penetrantes, y su boca estaba contraída como en señal de
amenaza, y allí mismo, comenzamos
nuevamente a tirarnos el muñeco y a cogerlo haciendo piques con la
velocidad de las bicicletas.
Cansados de jugar con el muñeco,
no sabíamos qué hacer con él, y decidimos tirarlo en un tarro de
basura.
La tarde asó igual, montando y
sacando velocidad a nuestros caballitos, hasta que llegó la noche. No pude ver
mucha televisión porque el sueño me dominaba, y me dispuse a dormir… En sueños
o no sé qué, comencé a mirar al muñeco, y me decía que ahora le tocaba el turno
a él, y me levantaba de la cama y me tiraba por los aires, y me recibía de mil
maneras. Desperté gritando, pero en la casa sólo estaban mis dos hermanos pequeños, porque mis padres no llegaban aún de hacer una visita navideña
a unos familiares.
Volví a acomodarme en la cama, y
coloqué a mi oso de peluche cerca de la almohada, para que me protegiera en el sueño, y caí
rendido. Luego en el sueño, me encontraba con mis amigos, y todos estábamos
siendo tirados por el aire por el muñeco, y nos decía de una manera amenazadora y escalofriante
que: ahora le tocaba a él. Como pude traté de despertar, pero fue imposible.
Luis el más genial de nosotros nos hablaba y nos decía en el sueño que: no
tuviéramos miedo; y que lucháramos
contra el muñeco, y que sólo así podríamos librarnos de él. Algunos no
comprendíamos lo que éste nos decía, y fácilmente caíamos en los garfios del
muñeco, quién nos abalanzaba por los aires una y otra vez, con un aire de venganza.
Luego sentí unas voces que me
decían: Juancho despierta, despierta. Yo abrí los ojos, y di gracias porque mis
padres ya habían vuelto y estaban cerca. Me preguntaron qué era lo que soñaba,
y les dije toda la verdad, y lo que me sucedía en los sueños. Ellos prendieron
la luz de la habitación, y me dijeron que no me preocupara que estarían conmigo en todo lo posible. Mi madre me tomó
en sus brazos y me acarició diciéndome
que me calmara. Me sentí mejor y tomé
confianza por la calidez y la protección que me daban sus palabras.
Cuando mi padre volvió al cuarto,
dijo que había llamado a un vecino que entendía de sueños raros y posesiones;
mi madre con ojos de preocupación y sólo con gestos, le mostraba unas heridas
que yo presentaba en todo el cuerpo como
rasgones de garfio.
El vecino me examinó y dijo que
efectivamente era una especie de “posesión
onírica”, y que había que hacer un ritual de protección y despojo. Yo a mis escasos diez años no entendí lo que
el vecino decía, pero lo cierto, es que estaba asustado por lo que estaba
sucediendo.
Enseguida, se escucharon varios
timbres del teléfono, y era mi padre quien contestaba y al mismo tiempo
llamaba. Cuando volvió al cuarto le comentaba a mi madre que eran los padres de
mis amigos los que llamaban, y con los cuales comentaba lo que sucedía. El
vecino le había recomendado que hiciera venir a todos mis amigos con sus
padres, para hacer un solo y gran ritual, porque mis amigos, presentaban las
mismas heridas que yo.
Y así fue, la casa se lleno de
inciensos y velones, símbolos, rezos y letanías; y mis amigos
y yo en el centro de un círculo.
Era una pelea entre el bien y el mal. Ahora reconozco que hicimos mal entrando
a aquella casa, y lo peor, burlarnos de aquel muñeco. Los rezos y los
sahumerios continuaron hasta el amanecer, hasta cuando el vecino dijo que ya
era suficiente y que podríamos retirarnos a descansar…
El resto de la madrugada fue un
gran acomodar de algunas colchonetas y traer de cobijas para los que se
quedaron; sólo Luis y sus padres se marcharon porque decían que dejar la casa
sola era peligroso, y llamaron un taxi.
Luego de aquel extraño
incidente,..
Mejor no digo nada. Mejor dejo de
divagar, y de hablar, y de pensar en pendejadas…
Mejor dejo de pensar en espectros raros, extraños, de este, o del otro
mundo…
Mejor, debo disponerme a dormir, si dormir… dormir..
Espero que el niño dios esta noche me traiga muchos regalos… y la bici, la bici…
¡SI!
¡SI! SI! Diosito, di que me la vas a traer,.. ¡SI! ¡Sí!
Di que meeee la vaaaas a traeeer,.. Mmmmsss
Msssssss
JUAN MANUEL ESPINOSA. GRADO: 9°.
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