viernes, 4 de octubre de 2013

Los Sueños de Juancho

LOS SUEÑOS DE  JUANCHO



Veinticinco de Diciembre. Ya se escuchaban todo tipo de ruidos afuera de los muchachos desempacando y estrenando sus juguetes nuevos,.. Nosotros la gallada, le habíamos pedido a nuestros padres  bicicletas de esas que podían hacer saltos y demás, y a todos se nos cumplieron los deseos.
Sentí el chiflido de mis amigos como en eso de las nueve de la mañana. Por mi parte,  ya  estaba  cambiado con ropa  nueva  y  listo  con  la “brillosita” mi  bici…  Pedí los permisos correspondientes a mis padres para salir;   y ellos, que la noche anterior habían tenido una al farra, sólo atinaron a decir entre dientes: ¡SI ¡ Pero tendrá cuidado mijo…
Primeramente hicimos varias demostraciones en la calle, subimos por los  sardineles, colocamos algunas tablas en la calle para hacer saltos, y otros…  Cansados  de todo, alguien dijo: los que se pisan, y enrumbamos todos desde la casa hasta  la Plaza de  Bolívar, salimos a la  décima, y luego nos enrumbamos para la  Candelaria, subimos por una calle toda empinada, y al final no pudimos más y descansamos frente a una casa grande de gruesas puertas…
Qué  raro, una de las puertas estaba a medio abrir, y nuestra curiosidad nos llevó hasta el interior de la casa con bicicletas y  todo. Nos encontramos luego  en un gran patio donde  había  varias sillas y bancas algunas tiradas por el piso; al parecer, allí también había habido fiesta, porque además se encontraban todo tipo de envases y empaques de licor y cigarrillos tirados sobre el piso.
En una mesa, estaban  varios vasos aún con licor  trasnochado,  en los cuales las moscas hacían  también su fiesta de navidad, y discutían sobre si era mejor embriagarse, o ir a buscar  otras porquerías.
De pronto Luis, encontró un muñeco tirado en un rincón del patio, y comenzó a tirarlo primero a Pedro, y luego uno y otro comenzamos a tirarnos el muñeco y a jugar con él montados desde las bicicletas.
Fue algo divertido hasta cuando sentimos un fuerte grito que venía de una habitación en la parte de arriba, que nos decía: ¡Muérganos Ladrones, ahora van a ver lo que les pasa!
Como pudimos buscamos  la salida, y escapamos divertidos y nerviosos del lugar, descolgando a toda velocidad por las calles empedradas hasta llegar a la esquina de la séptima con diez.
Nos reunimos, y notamos que Luis sacaba el muñeco que encontramos en la casa de debajo de su camiseta, y fue allí, a plena luz como pudimos detallarlo en toda su forma. Era un muñeco realmente feo y horroroso,  envés de manos tenía unos garfios brillantes de un metal parecido al acero.  Su cabeza era toda greñuda y de cabellos lacios y despeinados. Sus ojos eran saltones y penetrantes, y  su boca estaba contraída como en señal de amenaza, y allí mismo, comenzamos  nuevamente a tirarnos el muñeco y a cogerlo haciendo piques con la velocidad de las bicicletas.
Cansados de jugar con el muñeco, no sabíamos qué  hacer con  él, y decidimos tirarlo en un tarro de basura.
La tarde asó igual, montando y sacando velocidad a nuestros caballitos, hasta que llegó la noche. No pude ver mucha televisión porque el sueño me dominaba, y me dispuse a dormir… En sueños o no sé qué, comencé a mirar al muñeco, y me decía que ahora le tocaba el turno a él, y me levantaba de la cama y me tiraba por los aires, y me recibía de mil maneras. Desperté gritando, pero en la casa sólo estaban  mis dos hermanos  pequeños, porque mis padres  no llegaban aún de hacer una visita navideña a unos familiares.
Volví a acomodarme en la cama, y coloqué a mi oso de peluche cerca de la almohada,  para que me protegiera en el sueño, y caí rendido. Luego en el sueño, me encontraba con mis amigos, y todos estábamos siendo tirados por el aire por el muñeco, y nos decía  de una manera amenazadora y escalofriante que: ahora le tocaba a él. Como pude traté de despertar, pero fue imposible. Luis el más genial de nosotros nos hablaba y nos decía en el sueño que: no tuviéramos miedo;  y que lucháramos contra el muñeco, y que sólo así podríamos librarnos de él. Algunos no comprendíamos lo que éste nos decía, y fácilmente caíamos en los garfios del muñeco, quién nos abalanzaba por los aires  una y otra vez, con un aire de venganza.
Luego sentí unas voces que me decían: Juancho despierta, despierta. Yo abrí los ojos, y di gracias porque mis padres ya habían vuelto y estaban cerca. Me preguntaron qué era lo que soñaba, y les dije toda la verdad, y lo que me sucedía en los sueños. Ellos prendieron la luz de la habitación, y me dijeron que no me preocupara que  estarían  conmigo en todo lo posible. Mi madre me tomó en sus brazos y me acarició  diciéndome que me calmara.  Me sentí mejor  y  tomé  confianza por la calidez y  la protección que me daban  sus palabras.
Cuando mi padre volvió al cuarto, dijo que había llamado a un vecino que entendía de sueños raros y posesiones; mi madre con ojos de preocupación y sólo con gestos, le mostraba unas heridas que  yo presentaba en todo el cuerpo como rasgones de garfio.
El vecino me examinó y dijo que efectivamente era una especie de “posesión  onírica”, y que había que hacer un ritual de protección y despojo.  Yo a mis escasos diez años no entendí lo que el vecino decía, pero lo cierto, es que estaba asustado por lo que estaba sucediendo.
Enseguida, se escucharon varios timbres del teléfono, y era mi padre quien contestaba y al mismo tiempo llamaba. Cuando volvió al cuarto le comentaba a mi madre que eran los padres de mis amigos los que llamaban, y con los cuales comentaba lo que sucedía. El vecino le había recomendado que hiciera venir a todos mis amigos con sus padres, para hacer un solo y gran ritual, porque mis amigos, presentaban las mismas heridas que yo.
Y así fue, la casa se lleno de inciensos y velones, símbolos, rezos y letanías;  y mis amigos  y  yo en el centro de un círculo. Era una pelea entre el bien y el mal. Ahora reconozco que hicimos mal entrando a aquella casa, y lo peor, burlarnos de aquel muñeco. Los rezos y los sahumerios continuaron hasta el amanecer, hasta cuando el vecino dijo que ya era suficiente y que podríamos retirarnos a descansar…
El resto de la madrugada fue un gran acomodar de algunas colchonetas y traer de cobijas para los que se quedaron; sólo Luis y sus padres se marcharon porque decían que dejar la casa sola era peligroso, y llamaron un taxi.
Luego de aquel extraño incidente,..
Mejor no digo nada. Mejor dejo de divagar, y de hablar, y de pensar en pendejadas…   
Mejor dejo de pensar en  espectros raros, extraños, de este, o del otro mundo… 
Mejor, debo  disponerme a dormir, si dormir…  dormir..
Espero que el niño dios  esta noche me traiga  muchos regalos… y la bici,  la bici…  ¡SI!
¡SI! SI!  Diosito, di que me la vas a traer,..  ¡SI!  ¡Sí!  Di que meeee la vaaaas a traeeer,..  Mmmmsss     Msssssss

                                                                                             

JUAN MANUEL ESPINOSA. GRADO: 9°.


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