viernes, 4 de octubre de 2013

Un Tal Alfredo Cevallos Cuento

      

UN TAL ALFREDO CEVALLOS




Total, los bienes materiales se pueden recuperar, ¡Y créamelo compadre! que no le guardo rencor…   sino una gran admiración, porque nos engañó con gran toque y profesionalidad.
 Cuántas  veces hemos conocido a alguien, que supusimos  iba  a ser una relación importante en nuestras vidas, y no pasó nada. La ilusión fue nada más que eso;  pasaron los días,..  y  aquella ilusión desapareció como pasos de espíritu en la noche, sin dejar huellas ni rastro. Otras ilusiones, a veces las recordamos  por las cicatrices que dejan en nuestras vidas.
Eso fue Alfredo Ceballos. Apareció un día como salido de la nada. En el pueblo todos se  preguntaban de dónde había venido aquel forastero: Con  su atractiva figura, con su sonrisa jovial, con aquella forma de vestir tan particular, con su amabilidad, con su trato tan especial que  hacía sentir  importante hasta al más despreciable vagabundo.
Fredo hacía que las personas se sintieran bien. Algunos decían que a los más insignificantes los hacía sentir: “como si uno valieran alguna cosita…”,  y todo era grato viniendo de él. Encontrarse con Alfredo o mirarlo en cualquier lugar, era indicativo de que algo bueno iba, o estaba sucediendo. La conversa de Alfredo era sensacional. Narraba sus aventuras como si fueran de película. Contaba chistes sin pasarse de lo obsceno como si fuera un Cuenta Chistes. En fin, Alfredo era magnífico en todas sus andadas.
Con los días se supo, que tenía relaciones con Margarita, una hermosa niña hija del gerente de la empresa electrificadora. Mirar a la pareja causaba alegría visual y admiración. ¡Qué ternura!
¡Carajo! Mirarlos como disfrutaban de su romance: en sus  risillas enamoradas, en  sus movimientos jóvenes  y frescos,  en sus caricias respetuosas y  mesuradas,..
 Todo  era como de película, como en las escenas de los clásicos, donde la pareja despierta la admiración con cero murmuraciones malsanas o malévolas.
Alfredo era  como dicen algunos: (En este tiempo): “todo un bacán”.  Siempre se lo miraba bien relacionado, y compañía  de las personas distinguidas del pueblo, y de personas que tenían buena  prestancia económica. Pero eso sí, saludaba a todos con la misma amabilidad. Su sonrisa era limpia, amable, cautivadora, tenía siempre una palabra amable para todo el mundo, y un fino humor apropiado para cada ocasión.
Truhanes  y decentes, culpables e inocentes, espantos y bonitos, ridículos y elegantes, pobres y ricos, grandes y chicos,.. Todos, exactamente todos, estábamos encantados con Fredito, y a todos saludaba por igual.
Y esa forma de vestir tan especial: zapatos blancos tipo mocasín, pantalones siempre claros y de distinto modelo, correas con chapas grandes y con grabados vistosos, camisas multicolores de rayas verticales, corte de cabello clásico e impecable.
Su piel era clara, y sus ojos vivos y expresivos de un color azul verdoso que reflejaba la plenitud de la juventud. Su caminar era ágil y rápido. En sí, Alfredo era el hombre soñado de cualquier jovencita;  y el príncipe tardío, de cualquier  “dejada, por ese entonces, del tren” 1. Y olía siempre bien, el desgraciado. No supimos, aunque muchas veces le preguntamos, qué fragancia, o  qué “Pachulí”2, usaba el tramposo.

Se decía por ahí, que provenía de los lados del Putumayo, y que su padre era dueño de una distribuidora de motos. Que estaba de vacaciones, y  estudiaba la posibilidad de establecer en el pueblo, una distribuidora de automóviles… en palabras actuales: “Era uno de los duros”.
Nadie atinó nunca  a dudar de sus palabras. Todos caímos en su hechizo.
 Ese joven, - de apenas veinte o veintiún años- quién a pesar de su edad, convencía  con sus favores a todo el mundo. En lo personal, y sin conocerme, me prestó el resto de una cuenta que no me alcanzaba a pagar en la disco, sin  conocerme, o estar bebiendo conmigo.
 Me miró con cortesía y me dijo: tranquilo mijo, yo le  pago  el resto, y mañana me lo devuelve. Yo quise negarme ante la oferta del desconocido, pero el chico tenía el modo preciso para convencerlo a uno, y doblegarlo a aceptar lo que  quería o decía.
Desde esa noche nos hicimos casi que inseparables. Entre otras cosas nos contó: que estaba esperando un giro de su padre desde Puerto Asís, y que con esa plata montaría una agencia de autos  en el pueblo,..  y  que ese  giro llegaría a más tardar la próxima semana… Esa noche, el chico  pagó el resto de tragos de la farra, y  hasta mandó a traer comida de afuera para nosotros. A propósito, bailaba como profesional el condenado, conversaba de todo y de manera sencilla y animosa, y lo mejor: derrochaba de lo lindo…
Cuando terminamos en la disco, a sacar las guitarras y mirar a quién dar una serenata: Increíble, Fredito imitaba de manera destacada casi a la mayoría de cantantes de moda, al igual, acompañaba con la guitarra y hacía las primeras voces de las canciones de los tríos.  Entre tanto andar y cantar se fue acercando la madrugada, y como Fredito nos hizo conocer que no podía llegar a su hospedaje a horas de la madrugada, de manera espontánea y  agradecimiento a todos sus favores, lo invité que por el resto de la noche se quedara en mi casa, y que ocupara la pieza de huéspedes, que por el momento estaba desocupada.
Al día siguiente, a pesar de los tragos, me levanté temprano como siempre para mirar al extraño que había albergado en mi casa. Cuando llegué a la habitación, él ya estaba levantado, y hacía sobre el piso unos extraños ejercicios de Yoga y flexiones; allí comprendí, porque el forastero tenía tan buena capacidad atlética en su cuerpo.
Cuando notó mi presencia, descansó inmediatamente de sus ejercicios, y se apresuró a saludarme con aprecio, gratitud, y cortesía, y con esa sonrisa maravillosa que siempre lo caracterizó.
Me habló algo sobre el Yoga, sobre la conservación de la energía sexual, sobre el Yagé, sobre los viajes en cuerpo astral, y de un sinnúmero de cosas que yo en el momento no entendí, pero que sonaban muy interesantes.
Pasamos luego al desayuno, y en compañía de todos, nos contó: Que por el momento, estaba alojado en un hotel, y que allí la comida era muy mala y que había mucho ruido, porque la pieza que el ocupaba estaba cerca a la cocina, y  que estaba buscando otro lugar donde mudarse hasta cuando recibiera el giro… Mirando los ojos de Alba mi esposa, y la expresión de los niños que se mostraban encantados con la presencia de Alfredo, no dudamos  en ofrecerle nuestra casa como vivienda, sin ninguna condición.
Y como desconfiar de un tipazo como Fredo. Durante el desayuno nos mostró unas fotos espectaculares que llevaba consigo, en su billetera, de sus fincas, y de sus posesiones en el Putumayo, donde aparecía él acompañado con su bella y distinguida familia.
Todo lo que el contaba era buenísimo e interesante...  Se  lo creímos todo. Todito se lo creímos.
 El tiempo que estuvo alojado en nuestra casa demostró ser una persona  servicial y completa.  Lavaba la ropa, planchaba, y  hacía de comer.  Lavaba los baños;  arregló algunas cosas que estaban para llevarse al reparador: el radio de teclas de cuatro bandas,  los juguetes de los niños, la estufa eléctrica, el calentador de agua,..  Y como cosa curiosa, nos enseñó a hacer una rara combinación de bebidas o  mistela3.  También  preparó para un grupo de amigos: “La bebida de la Alegría”,  una rara mezcla de licores que combinó de manera rápida. Su característica era que aquel que la tomaba se sentía alegre… Mejor dicho, ponía a sonreír y a divertirse de lo bueno  hasta las momias…  Con decirle compadre, que el cumpleaños del Jorgito Erazo, se divirtieron de lo bueno hasta las viejitas, viejito y tullidos…
¡Esa noche la pasamos de lo lindo compañero! Hicimos incluso el baile “Del verso del parejo a la pareja”4, donde Fredito como siempre, salió con los mejores y más ocurrentes versos
En varias oportunidades le pedí que me diera la fórmula de aquella bebida. Él, sonriente como siempre me dijo que sí, que uno de esos días me enseñaba a prepararla. Lo cierto es que luego se fue, y siempre quedé con la duda y con la gana de saber sobre: de qué o cómo se preparaba aquella mágica bebida.          Recuerdo que tenía una mezcla de: Ron, Bodka, Champaña, Cogñac, y otra que guardaba en una pequeña botella oscura sin marca,-tal vez esta última era el ingrediente secreto-. Muchas veces quise hacer la bebida, pero nunca logré el efecto de la “Alegría” que lograba Alfredo.
A veces traía cosas raras y delicias para comer.  Como la vez que trajo dos frascos de pequeños huevecillos de Centurión, que los degustamos con unas ricas galletas españolas de sal.
Tener  a Fredo en casa, era como haberse ganado la felicidad.
 Jugaba a las cartas como un verdadero tahúr, y sabía trucos novedosos con las mismas: El Acordeón, la carta perdida, la carta señalada,..  Nos enseñó como contar las cartas del adversario para saber qué cartas le quedaban,..  Y el truco estrella: Desaparecer el palo de cartas, para volverlo  a aparecer en una bolsita que guardaba debajo de su camisa.
En fin, el muchacho sabía tantas cosas, tantos secretos,..
Además de  otros, sabía secretos para activar el Eros masculino. Sus  secretos  eran tan efectivos, que una noche después de estar con mi esposa,.. Ella me besó dulce y fuertemente, y me dijo complacida: Eres lo máximo mi bebé…  Sus secretos no eran químicos, eran pura comida natural como verduras, leguminosas y cebollas.
Estábamos lo más de amañados con Fredito, porque así lo llamábamos todos en casa. Los días o los ratos que él faltaba en casa  lo echábamos de menos; y cuando no llegaba a las horas acostumbradas, nos preocupábamos. Y como el pueblo no era muy grande, mi esposa me insinuaba que fuéramos a comprar algo, y que de paso le echáramos una mirada. No había más que tres lugares donde buscarlo: la Disco, el Café de Mario, y la casa de su novia.
Alfredo se llevaba bien con los niños, se convirtió en su estadía  en su segundo profesor…más que profesor, Fredo era algo así como un genio. Les explicaba los laberintos de las matemáticas con juegos simples y sencillos. Para explicar la  Regla de Tres, utilizaba el triángulo invertido, donde el primer término pasaba a dividir, y los otros a multiplicar, en el caso de la “Directa”. Les explicaba el Quijote disfrazándose de los personajes. En fin, el tal Fredo creaba cuentos de las cosas más insignificantes. Sabía de todo. Parecía aquellas enciclopedias brillantes y novedosas que siempre queremos  tener, comprar, lucir  y mostrarlas en la casa a nuestros visitantes.
Los quince días que Fredo estuvo en nuestra casa, fueron los más agradables de nuestras vidas.
Un día y con motivo de mi cumpleaños,-y por coincidencia-, llegó con dos botellas del mejor whisky;  además de  la flor de costumbre para mi esposa Alba, quién se había acostumbrado a sus sanos galanteos, –Y Óigalo bien, nunca tuve motivo para celar al muchacho-, además de los dulces para los niños, traía siempre a casa,  esa sana  alegría  que siempre lo caracterizaba.
 Creo que ese día, fue hasta ahora mi mejor cumpleaños,.. Por la alegría que desbordamos entre todos. Fredo tenía un repertorio de juegos y de participaciones para todos, en los cuales incluyó  a Cláudia, la empleada de servicio, e  incluso para “Tongo”, un perro peludo que aprendió a  “bailar” arrebatado,  escuchando los Boogaloos de Ricky  Ray.
Ese, mi veinticinco aniversario fue de lo mejor, claro, exceptuando el robo que luego descubrimos.
Aquel día,  jugamos y participamos  hasta  el cansancio.  Representamos los papeles teatrales que más nos gustaban, o para los cuales teníamos alguna facilidad.
 Fredo logró caracterizar a Alba –mi esposa-, como la  “Ronca de Oro”, y todos quedamos encantados con su  fonomímica. Los niños recitaron y cantaron varias estrofas de los clásicos infantiles, y caracterizaron  papeles de viejos, con una facilidad propia de los mejores aficionados.
Pasamos de lo lindo: jugamos, trajimos comida de fuera, nos divertimos, y cuando los niños y Cláudia se retiraron a dormir, destapamos las botellas de licor, y acompañado de buen hielo nos pusimos a libar de una manera alegre y complacida.
Ya con traguitos encima, nos contábamos historias y anécdotas familiares y personales. Fredo nos contaba la vez en que una bella fans de Billy Pontony,  lo había confundido a él con  el cantante, y que casi se lo come a besos en un lugar público de Cali. Yo le contaba que:   una vez, un Prefecto de disciplina “recién desempacado” me había “pillado” fumando dentro del colegio, y creyendo –según él-que yo era un alumno, me llevó casi que a empujones a las oficinas del  Rector para aplicarme una sanción;  y que  luego, habiendo aclarado la situación de que yo era un “viejo con cara de joven”,…  casi que no paramos de  reír,  por la confusión de la que fui objeto por ese grandulón.
Reímos con la anécdota de la Coordinadora que  tenía una voz parecida a la de un hombre, y siempre hablaba en  tono mandón e impositivo, y la cual pensaba o creía  que todos le teníamos miedo, porque casi nunca le respondíamos nada. Pero un día, yo cansado de sus imposiciones, saqué fuerzas de no sé donde, le contesté: Que más respetico con nosotros, y que fuera a gritar a su marido. Y de lo que yo no me había dado cuenta, era que Mario, el marido  de la Coordinadora había estado detrás de mí…  Por lo cual, casi me muero de la vergüenza con éste, porque Mario era una buena persona y un buen compañero de trabajo; por lo cual,  todo achantado  y humillado me tocó pedirle disculpas…  ¡Bueno!,..  sólo a él, cuando estuvimos fuera de la oficina de la  Coordinadora.
Otro cuento con el cual chistamos hasta el cansancio, fue la historia del “Embajador de la India”-Película colombiana- bastante conocida por todos. Historia con la cual Fredo se reía sin parar, burlándose de los tontos que se habían tragado el cuento.
Total, hasta para burlarse de los demás, Fredo tenía un fino estilo que divertía hasta los mismos aludidos, aunque en este caso, no estuviesen presentes, o sí… (¿?).
Entre copa y copa de buen trago, fuimos  escuchando  a  un volumen prudente, las rancheras de José Alfredo, de Javier Solís, de Toño Aguilar, de José Aceves Mejía el “Rey del Falsete”, canciones éstas, que entonamos con gran alegría propia de  los mariachis de pueblo…
¡Por tu amor que tanto quiero y tanto extraño,..!     ¡Gorda, gorda de mi vida cuanto te quiero…!
¡Por la lejana montaña, va cabalgando un jinete…!                             ¡Va  el flautíiiinnnnnn  hay   …!
 Pasaban los minutos, y limpiamos con vaho de la boca, los L.P. de  “Discos de Oro”, donde  venía  una selección de los grandes de la balada. Fredo entonaba igual que el propio Yaco Monti: Vanidad. E imitaba a Sandro y a Leonardo Fabio con una calidad inigualable, y además interpretaba la guitarra con una destreza sorprendente. Entonamos las canciones de Piero, donde fueron obligadas: “Los Americanos, y Mi Viejo”. “…Napoleón para ellos, era un pobre…que no hubiera perdido  Guaterloo…  sin la ayuda de los americanos…”  Rajamos de los Americanos por ese golpe horrendo orquestado contra Allende en Chile, en fin…
 Cuando escuchamos las canciones de Ana y Jaime, notamos que el licor estaba por terminar, y ni modo…otro día será… la fiesta había terminado, y ya nos estábamos  calentando para rajar contra el “Mandato Claro” de López Michelsen, y allí la paramos,.. y no hicimos intento por buscar más licor,..   Éramos gente de poco tomar,.. Claro está, disimulando un poco… por respeto de mi esposa que estaba presente, y de los niños que  estaban durmiendo…
Nos despedimos, agradeciendo la atención que habíamos recibido de Fredo, alabando sus capacidades histriónicas, y por el rato largo y agradable que habíamos pasado…
Por su parte, Fredo se disculpó por todo, y nos dijo que lo perdonáramos, y que todo hacía parte de la supervivencia. No entendimos en ese momento sus palabras, total y entre tragos, a veces se dicen cosas…incomprensibles. Pero bueno, la pasamos rico…
 Nosotros le dijimos que no había nada de qué disculpar, y que por el contrario, de nuestra parte  estábamos muy agradecidos.
Fredo dijo entre voces cortadas,.. A  ver si de pronto me lo van a agradecer,.. y se echó a reír con esa fina risa que causaba alegría entre todos,.. Y con Alba, nos echamos  la última risa en silencio para encuadrar y corresponder a la espontaneidad de Fredo.
Bueno por lo de fin de semana y demás, porque a la mañana siguiente no había que madrugar para mandar a los niños a la escuela, y nosotros para ir al trabajo. Eso fue lo más relajado que pensamos entre el mareo de los tragos…
Nos retiramos a nuestras habitaciones, y nos entregamos satisfechos al descanso,..
Ese Fredo sí  que es un tipazo comentábamos… con mi esposa… no sin antes, echar una miradita de amor y de caricias por nuestros cuerpos…
Desperté al otro día de golpe y aturdido. Miré  el reloj, y  marcaba las cinco de la tarde…  ¡Increíble!
¿Cómo habíamos dormido tanto? No era la primera vez que nos tomábamos un trago. Por el contrario, mis reacciones y malestares de guayabo ante el licor, eran  otras y distintas.
Cuando tomaba me levantaba muy temprano a tomar los anti-ácidos, acompañados  de  limón bien cargado para hacer más efectiva  la mejoría…
 Miré a Alba sobre la cama, y no daba muestras de moverse…
Al  instante entró Cláudia algo penosa y preocupada, y me comentó que faltaban algunas cosas, o que alguien había entrado, y se las habían robado… y que no nos lo había comunicado antes, porque parecíamos  como muertos en la cama dominados por el sueño…
De inmediato, fui a mirar qué tanto faltaba.  Pude constatar que faltaban algunas colecciones  de porcelana como: dioses chinos, platos, muñecas y otros. Una colección de llaveros de plata con figuras de carros. Una caja con dos pistolas de colección con enchapes de oro y de plata, que siempre guardábamos bajo llave. Algunos adornos de pared, y otras cosas  que tenían algún valor,..  Eso por lo pronto,..
Cuando volví al segundo piso, mi esposa ya estaba sentada sobre la cama, y me dijo toda aturdida: que quién le había cogido sus joyas…
Por mi parte, busqué entre las gavetas del armario, y noté que había desaparecido una caja de metal donde guardaba algún  dinero y  algunas  joyas personales…
Cláudia por su parte, me comentó que Fredo no se encontraba en la casa, y que en su cuarto estaba vacío. Al principio, quise negarme a aceptar que el increíble Fredo nos había robado, pero las evidencias lo inculpaban; además de los comentarios de las gentes del pueblo en los días siguientes a su desaparición, confirmaban lo dicho.
Fredo, desapareció sin dejar rastro. Pusimos el denuncio ante la policía, pero las pesquisas fueron inútiles. No fuimos los únicos a quién robó, otras personas del pueblo igual que nosotros habían caído en sus increíbles tretas. A unos les había pedido plata prestada, a otros les había pedido algunos enseres y joyas con la intención de cambiárselos por otros mejores,.. A otros les había recibido plata por adelantado, como Cuota Inicial de motos  y  de autos último modelo… Escogidos según catálogo… y de lo cual, guardaban recibo con membrete de la distribuidora de autos y de motos…
En fin,  el increíble Fredo desapareció como por encanto. Temimos al principio que alguien tratara de relacionar a  Fredo con nosotros. Pero no fue así, incluso nos compadecieron  y nos miraban con lástima, sorpresa y asombro, por el pago que nos había hecho el desagradecido: de albergarlo en nuestra casa y  de darle toda nuestra confianza,  y que sin  embargo, a nosotros también nos haya robado. Otros y entre amigos, nos hacían bromas diciéndonos: que Alfredo ya había vuelto, o que si no teníamos otra piecita para otro joven parecido a Alfredo que había llegado al pueblo… o que Alfredo nos había mandado saludos;… Otros comentaban que a Alfredo ya lo habían detenido cuando pasaba para el Ecuador, que ya lo tenían  preso en Cali,..  Que  se había matado en una moto, y en fin, esos y una gran cantidad de comentarios,  que nunca faltan  en estas situaciones.
Días después, noté que en la biblioteca faltaba el libro ilustrado de Quo Vadis, segunda edición de  l896, el cual yo guardaba como reliquia, regalo a la vez de un tío que había estudiado con los Jesuitas;  y el cual, una tarde había compartido con Alfredo.
 Pero,  ¡Increíble!  Nadie se refería a él con malos gestos o palabras groseras.  La razón de todos, se resistía a admitir, que el sensacional Fredo era: un vulgar ladrón, o ídem, era un fino, joven e inteligente estafador. En verdad, muchos en ciertos aspectos, sentíamos una especie de encanto y admiración profunda por Alfredo. Esto quiere decir, que el tal Fredo, nos  tuvo a todos embobados… realmente embolatados… “Cogidos por las mangas”,..
Ahora recuerdo, porqué  se reía tanto cuando recordábamos a los tontos que cayeron en el cuento del “embajador de la india”;  y  de sus palabras incomprensibles en aquel momento de tragos, que nos pedía disculpas, y que nos decía que todo lo hacía por la supervivencia.
¡Pero lo que no le perdono compadre!   Es que el sinvergüenza nos haya drogado,  y  que nos haya robado a sus anchas,..   Mientras nosotros,.. Dormíamos… y  descansábamos ajenos  al mundo, fundidos,   ¡Compadre!:   Con  “Cara de Idiotas Satisfechos…”.
Basta saber: Si las personas que aparecían en la foto eran sus familiares, y si el sagaz muchacho se llamaba Alfredo…
 ¿Que  qué  pasó con su novia?  Bueno, eso pasa en todas partes, y más propiamente en los pueblos de alguna tradición… la gente entre nos,  la miraban  o se referían a ella como la  viuda.  Su padre, para evitar que las habladurías le hicieran daño, la mandó a pasar una temporada a la Capital… con la disculpa de mandarla a continuar  sus estudios.
Unos más lanzados, decían que habían mirado a Margarita con síntomas de embarazo… y que ese niño cuando naciera, iba a ser la misma estampa de Alfredo, porque  iba a ser  hijo despreciado… La imaginación de unos  y de otros no tiene límite cuando suceden estos casos…
Bueno, estas cosas siempre  le suceden a  los incautos. No sé porque en alguna parte, no le enseñaron  a uno  como defenderse contra los estafadores…
¿Qué pasa, quién es?  Papi lo buscan… son unos señores que cambian joyas viejas o quebradas por peluches…  Ummmjumm  suena interesante…  ¡Dígales que enseguida bajo mijo!




NOTAS:
1.-  Expresión que  –por esos tiempos- se les atribuía a las mujeres que no contraían nupcias antes                          de los dieciocho años.
2.-  Expresión que nombra una rara loción o fragancia…
3.-  Mezcla de Crema de sabores, con licor.
4.-   Baile que se practicaba antes en los pueblos del sur de Colombia, y que consistía: que a la   mitad del disco se paraba la música, y el parejo tenía que expresarle a su pareja un verso  chistoso,   amable y respetuoso en rima. Igualmente la pareja contestaba el verso, lo cual llevaba a  Disfrutar de un rato ameno por el contenido de los versos, y sus contestaciones.

Edward Belloum 2013.




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