UN TAL ALFREDO CEVALLOS
Total, los bienes materiales se
pueden recuperar, ¡Y créamelo compadre! que no le guardo rencor… sino una gran admiración, porque nos engañó
con gran toque y profesionalidad.
Cuántas
veces hemos conocido a alguien, que supusimos iba a
ser una relación importante en nuestras vidas, y no pasó nada. La ilusión fue
nada más que eso; pasaron los días,.. y
aquella ilusión desapareció como pasos de espíritu en la noche, sin
dejar huellas ni rastro. Otras ilusiones, a veces las recordamos por las cicatrices que dejan en nuestras
vidas.
Eso fue Alfredo Ceballos.
Apareció un día como salido de la nada. En el pueblo todos se preguntaban de dónde había venido aquel forastero:
Con su atractiva figura, con su sonrisa
jovial, con aquella forma de vestir tan particular, con su amabilidad, con su
trato tan especial que hacía sentir importante hasta al más despreciable
vagabundo.
Fredo hacía que las personas se
sintieran bien. Algunos decían que a los más insignificantes los hacía sentir:
“como si uno valieran alguna cosita…”, y
todo era grato viniendo de él. Encontrarse con Alfredo o mirarlo en cualquier
lugar, era indicativo de que algo bueno iba, o estaba sucediendo. La conversa
de Alfredo era sensacional. Narraba sus aventuras como si fueran de película.
Contaba chistes sin pasarse de lo obsceno como si fuera un Cuenta Chistes. En
fin, Alfredo era magnífico en todas sus andadas.
Con los días se supo, que tenía
relaciones con Margarita, una hermosa niña hija del gerente de la empresa
electrificadora. Mirar a la pareja causaba alegría visual y admiración. ¡Qué
ternura!
¡Carajo! Mirarlos como disfrutaban
de su romance: en sus risillas
enamoradas, en sus movimientos
jóvenes y frescos, en sus caricias respetuosas y mesuradas,..
Todo
era como de película, como en las escenas de los clásicos, donde la
pareja despierta la admiración con cero murmuraciones malsanas o malévolas.
Alfredo era como dicen algunos: (En este tiempo): “todo un
bacán”. Siempre se lo miraba bien
relacionado, y compañía de las personas
distinguidas del pueblo, y de personas que tenían buena prestancia económica. Pero eso sí, saludaba a
todos con la misma amabilidad. Su sonrisa era limpia, amable, cautivadora,
tenía siempre una palabra amable para todo el mundo, y un fino humor apropiado
para cada ocasión.
Truhanes y decentes, culpables e inocentes, espantos y
bonitos, ridículos y elegantes, pobres y ricos, grandes y chicos,.. Todos, exactamente
todos, estábamos encantados con Fredito, y a todos saludaba por igual.
Y esa forma de vestir tan
especial: zapatos blancos tipo mocasín, pantalones siempre claros y de distinto
modelo, correas con chapas grandes y con grabados vistosos, camisas
multicolores de rayas verticales, corte de cabello clásico e impecable.
Su piel era clara, y sus ojos
vivos y expresivos de un color azul verdoso que reflejaba la plenitud de la
juventud. Su caminar era ágil y rápido. En sí, Alfredo era el hombre soñado de
cualquier jovencita; y el príncipe
tardío, de cualquier “dejada, por ese
entonces, del tren” 1. Y olía siempre bien, el desgraciado. No
supimos, aunque muchas veces le preguntamos, qué fragancia, o qué “Pachulí”2, usaba el tramposo.
Se decía por ahí, que provenía de
los lados del Putumayo, y que su padre era dueño de una distribuidora de motos.
Que estaba de vacaciones, y estudiaba la
posibilidad de establecer en el pueblo, una distribuidora de automóviles… en
palabras actuales: “Era uno de los duros”.
Nadie atinó nunca a dudar de sus palabras. Todos caímos en su
hechizo.
Ese joven, - de apenas veinte o veintiún años-
quién a pesar de su edad, convencía con
sus favores a todo el mundo. En lo personal, y sin conocerme, me prestó el
resto de una cuenta que no me alcanzaba a pagar en la disco, sin conocerme, o estar bebiendo conmigo.
Me miró con cortesía y me dijo: tranquilo
mijo, yo le pago el resto, y mañana me lo devuelve. Yo quise
negarme ante la oferta del desconocido, pero el chico tenía el modo preciso
para convencerlo a uno, y doblegarlo a aceptar lo que quería o decía.
Desde esa noche nos hicimos casi
que inseparables. Entre otras cosas nos contó: que estaba esperando un giro de
su padre desde Puerto Asís, y que con esa plata montaría una agencia de autos en el pueblo,.. y que
ese giro llegaría a más tardar la
próxima semana… Esa noche, el chico pagó
el resto de tragos de la farra, y hasta mandó
a traer comida de afuera para nosotros. A propósito, bailaba como profesional
el condenado, conversaba de todo y de manera sencilla y animosa, y lo mejor:
derrochaba de lo lindo…
Cuando terminamos en la disco, a
sacar las guitarras y mirar a quién dar una serenata: Increíble, Fredito
imitaba de manera destacada casi a la mayoría de cantantes de moda, al igual,
acompañaba con la guitarra y hacía las primeras voces de las canciones de los
tríos. Entre tanto andar y cantar se fue
acercando la madrugada, y como Fredito nos hizo conocer que no podía llegar a
su hospedaje a horas de la madrugada, de manera espontánea y agradecimiento a todos sus favores, lo invité
que por el resto de la noche se quedara en mi casa, y que ocupara la pieza de
huéspedes, que por el momento estaba desocupada.
Al día siguiente, a pesar de los
tragos, me levanté temprano como siempre para mirar al extraño que había
albergado en mi casa. Cuando llegué a la habitación, él ya estaba levantado, y
hacía sobre el piso unos extraños ejercicios de Yoga y flexiones; allí
comprendí, porque el forastero tenía tan buena capacidad atlética en su cuerpo.
Cuando notó mi presencia,
descansó inmediatamente de sus ejercicios, y se apresuró a saludarme con
aprecio, gratitud, y cortesía, y con esa sonrisa maravillosa que siempre lo
caracterizó.
Me habló algo sobre el Yoga,
sobre la conservación de la energía sexual, sobre el Yagé, sobre los viajes en
cuerpo astral, y de un sinnúmero de cosas que yo en el momento no entendí, pero
que sonaban muy interesantes.
Pasamos luego al desayuno, y en
compañía de todos, nos contó: Que por el momento, estaba alojado en un hotel, y
que allí la comida era muy mala y que había mucho ruido, porque la pieza que el
ocupaba estaba cerca a la cocina, y que
estaba buscando otro lugar donde mudarse hasta cuando recibiera el giro…
Mirando los ojos de Alba mi esposa, y la expresión de los niños que se
mostraban encantados con la presencia de Alfredo, no dudamos en ofrecerle nuestra casa como vivienda, sin
ninguna condición.
Y como desconfiar de un tipazo
como Fredo. Durante el desayuno nos mostró unas fotos espectaculares que
llevaba consigo, en su billetera, de sus fincas, y de sus posesiones en el
Putumayo, donde aparecía él acompañado con su bella y distinguida familia.
Todo lo que el contaba era
buenísimo e interesante... Se lo creímos todo. Todito se lo creímos.
El tiempo que estuvo alojado en nuestra casa
demostró ser una persona servicial y
completa. Lavaba la ropa, planchaba, y hacía de comer. Lavaba los baños; arregló algunas cosas que estaban para
llevarse al reparador: el radio de teclas de cuatro bandas, los juguetes de los niños, la estufa
eléctrica, el calentador de agua,.. Y
como cosa curiosa, nos enseñó a hacer una rara combinación de bebidas o mistela3. También
preparó para un grupo de amigos: “La bebida de la Alegría”, una rara mezcla de licores que combinó de
manera rápida. Su característica era que aquel que la tomaba se sentía alegre…
Mejor dicho, ponía a sonreír y a divertirse de lo bueno hasta las momias… Con decirle compadre, que el cumpleaños del
Jorgito Erazo, se divirtieron de lo bueno hasta las viejitas, viejito y
tullidos…
¡Esa noche la pasamos de lo lindo
compañero! Hicimos incluso el baile “Del verso del parejo a la pareja”4,
donde Fredito como siempre, salió con los mejores y más ocurrentes versos
En varias oportunidades le pedí
que me diera la fórmula de aquella bebida. Él, sonriente como siempre me dijo
que sí, que uno de esos días me enseñaba a prepararla. Lo cierto es que luego
se fue, y siempre quedé con la duda y con la gana de saber sobre: de qué o cómo
se preparaba aquella mágica bebida. Recuerdo
que tenía una mezcla de: Ron, Bodka, Champaña, Cogñac, y otra que guardaba en
una pequeña botella oscura sin marca,-tal vez esta última era el ingrediente
secreto-. Muchas veces quise hacer la bebida, pero nunca logré el efecto de la
“Alegría” que lograba Alfredo.
A veces traía cosas raras y
delicias para comer. Como la vez que
trajo dos frascos de pequeños huevecillos de Centurión, que los degustamos con
unas ricas galletas españolas de sal.
Tener a Fredo en casa, era como haberse ganado la
felicidad.
Jugaba a las cartas como un verdadero tahúr, y
sabía trucos novedosos con las mismas: El Acordeón, la carta perdida, la carta
señalada,.. Nos enseñó como contar las
cartas del adversario para saber qué cartas le quedaban,.. Y el truco estrella: Desaparecer el palo de
cartas, para volverlo a aparecer en una
bolsita que guardaba debajo de su camisa.
En fin, el muchacho sabía tantas
cosas, tantos secretos,..
Además de otros, sabía secretos para activar el Eros
masculino. Sus secretos eran tan efectivos, que una noche después de
estar con mi esposa,.. Ella me besó dulce y fuertemente, y me dijo complacida:
Eres lo máximo mi bebé… Sus secretos no
eran químicos, eran pura comida natural como verduras, leguminosas y cebollas.
Estábamos lo más de amañados con
Fredito, porque así lo llamábamos todos en casa. Los días o los ratos que él
faltaba en casa lo echábamos de menos; y
cuando no llegaba a las horas acostumbradas, nos preocupábamos. Y como el
pueblo no era muy grande, mi esposa me insinuaba que fuéramos a comprar algo, y
que de paso le echáramos una mirada. No había más que tres lugares donde
buscarlo: la Disco, el Café de Mario, y la casa de su novia.
Alfredo se llevaba bien con los
niños, se convirtió en su estadía en su
segundo profesor…más que profesor, Fredo era algo así como un genio. Les
explicaba los laberintos de las matemáticas con juegos simples y sencillos.
Para explicar la Regla de Tres,
utilizaba el triángulo invertido, donde el primer término pasaba a dividir, y
los otros a multiplicar, en el caso de la “Directa”. Les explicaba el Quijote
disfrazándose de los personajes. En fin, el tal Fredo creaba cuentos de las
cosas más insignificantes. Sabía de todo. Parecía aquellas enciclopedias
brillantes y novedosas que siempre queremos
tener, comprar, lucir y
mostrarlas en la casa a nuestros visitantes.
Los quince días que Fredo estuvo
en nuestra casa, fueron los más agradables de nuestras vidas.
Un día y con motivo de mi
cumpleaños,-y por coincidencia-, llegó con dos botellas del mejor whisky; además de
la flor de costumbre para mi esposa Alba, quién se había acostumbrado a sus
sanos galanteos, –Y Óigalo bien, nunca tuve motivo para celar al muchacho-,
además de los dulces para los niños, traía siempre a casa, esa sana alegría
que siempre lo caracterizaba.
Creo que ese día, fue hasta ahora mi mejor
cumpleaños,.. Por la alegría que desbordamos entre todos. Fredo tenía un
repertorio de juegos y de participaciones para todos, en los cuales
incluyó a Cláudia, la empleada de
servicio, e incluso para “Tongo”, un
perro peludo que aprendió a “bailar”
arrebatado, escuchando los Boogaloos de
Ricky Ray.
Ese, mi veinticinco aniversario
fue de lo mejor, claro, exceptuando el robo que luego descubrimos.
Aquel día, jugamos y participamos hasta
el cansancio. Representamos los
papeles teatrales que más nos gustaban, o para los cuales teníamos alguna
facilidad.
Fredo logró caracterizar a Alba –mi esposa-, como
la “Ronca de Oro”, y todos quedamos
encantados con su fonomímica. Los niños
recitaron y cantaron varias estrofas de los clásicos infantiles, y
caracterizaron papeles de viejos, con
una facilidad propia de los mejores aficionados.
Pasamos de lo lindo: jugamos,
trajimos comida de fuera, nos divertimos, y cuando los niños y Cláudia se
retiraron a dormir, destapamos las botellas de licor, y acompañado de buen hielo
nos pusimos a libar de una manera alegre y complacida.
Ya con traguitos encima, nos
contábamos historias y anécdotas familiares y personales. Fredo nos contaba la
vez en que una bella fans de Billy Pontony, lo había confundido a él con el cantante, y que casi se lo come a besos en
un lugar público de Cali. Yo le contaba que:
una vez, un Prefecto de
disciplina “recién desempacado” me había “pillado” fumando dentro del colegio,
y creyendo –según él-que yo era un alumno, me llevó casi que a empujones a las
oficinas del Rector para aplicarme una
sanción; y que luego, habiendo aclarado la situación de que
yo era un “viejo con cara de joven”,… casi
que no paramos de reír, por la confusión de la que fui objeto por ese
grandulón.
Reímos con la anécdota de la Coordinadora
que tenía una voz parecida a la de un
hombre, y siempre hablaba en tono mandón
e impositivo, y la cual pensaba o creía que todos le teníamos miedo, porque casi nunca
le respondíamos nada. Pero un día, yo cansado de sus imposiciones, saqué
fuerzas de no sé donde, le contesté: Que más respetico con nosotros, y que
fuera a gritar a su marido. Y de lo que yo no me había dado cuenta, era que
Mario, el marido de la Coordinadora
había estado detrás de mí… Por lo cual,
casi me muero de la vergüenza con éste, porque Mario era una buena persona y un
buen compañero de trabajo; por lo cual, todo achantado
y humillado me tocó pedirle disculpas…
¡Bueno!,.. sólo a él, cuando
estuvimos fuera de la oficina de la
Coordinadora.
Otro cuento con el cual chistamos
hasta el cansancio, fue la historia del “Embajador de la India”-Película
colombiana- bastante conocida por todos. Historia con la cual Fredo se reía sin
parar, burlándose de los tontos que se habían tragado el cuento.
Total, hasta para burlarse de los
demás, Fredo tenía un fino estilo que divertía hasta los mismos aludidos,
aunque en este caso, no estuviesen presentes, o sí… (¿?).
Entre copa y copa de buen trago,
fuimos escuchando a un
volumen prudente, las rancheras de José Alfredo, de Javier Solís, de Toño
Aguilar, de José Aceves Mejía el “Rey del Falsete”, canciones éstas, que
entonamos con gran alegría propia de los
mariachis de pueblo…
¡Por tu amor que tanto quiero y
tanto extraño,..! ¡Gorda, gorda de mi vida cuanto te quiero…!
¡Por la lejana montaña, va
cabalgando un jinete…! ¡Va el flautíiiinnnnnn hay
…!
Pasaban los minutos, y limpiamos con vaho de
la boca, los L.P. de “Discos de Oro”,
donde venía una selección de los grandes de la balada.
Fredo entonaba igual que el propio Yaco Monti: Vanidad. E imitaba a Sandro y a
Leonardo Fabio con una calidad inigualable, y además interpretaba la guitarra
con una destreza sorprendente. Entonamos las canciones de Piero, donde fueron
obligadas: “Los Americanos, y Mi Viejo”. “…Napoleón para ellos, era un
pobre…que no hubiera perdido
Guaterloo… sin la ayuda de los
americanos…” Rajamos de los Americanos por
ese golpe horrendo orquestado contra Allende en Chile, en fin…
Cuando escuchamos las canciones de Ana y Jaime,
notamos que el licor estaba por terminar, y ni modo…otro día será… la fiesta
había terminado, y ya nos estábamos calentando para rajar contra el “Mandato
Claro” de López Michelsen, y allí la paramos,.. y no hicimos intento por buscar
más licor,.. Éramos gente de poco tomar,.. Claro está,
disimulando un poco… por respeto de mi esposa que estaba presente, y de los
niños que estaban durmiendo…
Nos despedimos, agradeciendo la
atención que habíamos recibido de Fredo, alabando sus capacidades histriónicas,
y por el rato largo y agradable que habíamos pasado…
Por su parte, Fredo se disculpó
por todo, y nos dijo que lo perdonáramos, y que todo hacía parte de la supervivencia.
No entendimos en ese momento sus palabras, total y entre tragos, a veces se
dicen cosas…incomprensibles. Pero bueno, la pasamos rico…
Nosotros le dijimos que no había nada de qué
disculpar, y que por el contrario, de nuestra parte estábamos muy agradecidos.
Fredo dijo entre voces
cortadas,.. A ver si de pronto me lo van
a agradecer,.. y se echó a reír con esa fina risa que causaba alegría entre
todos,.. Y con Alba, nos echamos la
última risa en silencio para encuadrar y corresponder a la espontaneidad de
Fredo.
Bueno por lo de fin de semana y
demás, porque a la mañana siguiente no había que madrugar para mandar a los
niños a la escuela, y nosotros para ir al trabajo. Eso fue lo más relajado que
pensamos entre el mareo de los tragos…
Nos retiramos a nuestras
habitaciones, y nos entregamos satisfechos al descanso,..
Ese Fredo sí que es un tipazo comentábamos… con mi esposa…
no sin antes, echar una miradita de amor y de caricias por nuestros cuerpos…
Desperté al otro día de golpe y
aturdido. Miré el reloj, y marcaba las cinco de la tarde… ¡Increíble!
¿Cómo habíamos dormido tanto? No
era la primera vez que nos tomábamos un trago. Por el contrario, mis reacciones
y malestares de guayabo ante el licor, eran otras y distintas.
Cuando tomaba me levantaba muy
temprano a tomar los anti-ácidos, acompañados
de limón bien cargado para hacer
más efectiva la mejoría…
Miré a Alba sobre la cama, y no daba muestras
de moverse…
Al instante entró Cláudia algo penosa y
preocupada, y me comentó que faltaban algunas cosas, o que alguien había
entrado, y se las habían robado… y que no nos lo había comunicado antes, porque
parecíamos como muertos en la cama
dominados por el sueño…
De inmediato, fui a mirar qué
tanto faltaba. Pude constatar que
faltaban algunas colecciones de
porcelana como: dioses chinos, platos, muñecas y otros. Una colección de
llaveros de plata con figuras de carros. Una caja con dos pistolas de colección
con enchapes de oro y de plata, que siempre guardábamos bajo llave. Algunos
adornos de pared, y otras cosas que
tenían algún valor,.. Eso por lo
pronto,..
Cuando volví al segundo piso, mi
esposa ya estaba sentada sobre la cama, y me dijo toda aturdida: que quién le
había cogido sus joyas…
Por mi parte, busqué entre las
gavetas del armario, y noté que había desaparecido una caja de metal donde
guardaba algún dinero y algunas
joyas personales…
Cláudia por su parte, me comentó
que Fredo no se encontraba en la casa, y que en su cuarto estaba vacío. Al
principio, quise negarme a aceptar que el increíble Fredo nos había robado,
pero las evidencias lo inculpaban; además de los comentarios de las gentes del
pueblo en los días siguientes a su desaparición, confirmaban lo dicho.
Fredo, desapareció sin dejar
rastro. Pusimos el denuncio ante la policía, pero las pesquisas fueron
inútiles. No fuimos los únicos a quién robó, otras personas del pueblo igual
que nosotros habían caído en sus increíbles tretas. A unos les había pedido plata
prestada, a otros les había pedido algunos enseres y joyas con la intención de
cambiárselos por otros mejores,.. A otros les había recibido plata por
adelantado, como Cuota Inicial de motos
y de autos último modelo… Escogidos
según catálogo… y de lo cual, guardaban recibo con membrete de la distribuidora
de autos y de motos…
En fin, el increíble Fredo desapareció como por
encanto. Temimos al principio que alguien tratara de relacionar a Fredo con nosotros. Pero no fue así, incluso
nos compadecieron y nos miraban con
lástima, sorpresa y asombro, por el pago que nos había hecho el desagradecido:
de albergarlo en nuestra casa y de darle
toda nuestra confianza, y que sin embargo, a nosotros también nos haya robado. Otros
y entre amigos, nos hacían bromas diciéndonos: que Alfredo ya había vuelto, o
que si no teníamos otra piecita para otro joven parecido a Alfredo que había
llegado al pueblo… o que Alfredo nos había mandado saludos;… Otros comentaban
que a Alfredo ya lo habían detenido cuando pasaba para el Ecuador, que ya lo
tenían preso en Cali,.. Que se
había matado en una moto, y en fin, esos y una gran cantidad de
comentarios, que nunca faltan en estas situaciones.
Días después, noté que en la
biblioteca faltaba el libro ilustrado de Quo Vadis, segunda edición de l896, el cual yo guardaba como reliquia,
regalo a la vez de un tío que había estudiado con los Jesuitas; y el cual, una tarde había compartido con
Alfredo.
Pero,
¡Increíble! Nadie se refería a él
con malos gestos o palabras groseras. La
razón de todos, se resistía a admitir, que el sensacional Fredo era: un vulgar
ladrón, o ídem, era un fino, joven e inteligente estafador. En verdad, muchos
en ciertos aspectos, sentíamos una especie de encanto y admiración profunda por
Alfredo. Esto quiere decir, que el tal Fredo, nos tuvo a todos embobados… realmente embolatados…
“Cogidos por las mangas”,..
Ahora recuerdo, porqué se reía tanto cuando recordábamos a los tontos
que cayeron en el cuento del “embajador de la india”; y de sus
palabras incomprensibles en aquel momento de tragos, que nos pedía disculpas, y
que nos decía que todo lo hacía por la supervivencia.
¡Pero lo que no le perdono
compadre! Es que el sinvergüenza nos
haya drogado, y que nos haya robado a sus anchas,.. Mientras nosotros,.. Dormíamos… y descansábamos ajenos al mundo, fundidos, ¡Compadre!: Con “Cara
de Idiotas Satisfechos…”.
Basta saber: Si las personas que
aparecían en la foto eran sus familiares, y si el sagaz muchacho se llamaba
Alfredo…
¿Que qué pasó con su novia? Bueno, eso pasa en todas partes, y más
propiamente en los pueblos de alguna tradición… la gente entre nos, la miraban o se referían a ella como la viuda.
Su padre, para evitar que las habladurías le hicieran daño, la mandó a
pasar una temporada a la Capital… con la disculpa de mandarla a continuar sus estudios.
Unos más lanzados, decían que
habían mirado a Margarita con síntomas de embarazo… y que ese niño cuando
naciera, iba a ser la misma estampa de Alfredo, porque iba a ser hijo despreciado… La imaginación de unos y de otros no tiene límite cuando suceden
estos casos…
Bueno, estas cosas siempre le suceden a
los incautos. No sé porque en alguna parte, no le enseñaron a uno como defenderse contra los estafadores…
¿Qué pasa, quién es? Papi lo buscan… son unos señores que cambian
joyas viejas o quebradas por peluches… Ummmjumm
suena interesante… ¡Dígales que
enseguida bajo mijo!
NOTAS:
1.- Expresión que –por esos tiempos- se les atribuía a las
mujeres que no contraían nupcias antes
de los
dieciocho años.
2.- Expresión que
nombra una rara loción o fragancia…
3.- Mezcla de Crema de
sabores, con licor.
4.- Baile que se
practicaba antes en los pueblos del sur de Colombia, y que consistía: que a
la mitad del disco se paraba la música,
y el parejo tenía que expresarle a su pareja un verso chistoso,
amable y respetuoso en rima. Igualmente la pareja contestaba el verso,
lo cual llevaba a Disfrutar de un rato
ameno por el contenido de los versos, y sus contestaciones.
Edward Belloum 2013.
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