viernes, 4 de octubre de 2013

El Vestido Encantado Cuento

EL VESTIDO ENCANTADO



Diego era un campesino de armas tomar. Sus vecinos lo invitaban a las reuniones de juntas y de sindicatos, porque él si sabía decir las cosas, y aclarar los malos entendidos en el momento oportuno.
En la región de: “La Piedra Grande”, le decían también: “Rayo de Hoz”, por el corte rápido y sesgado con el cual segaba el trigo y la cebada, cultivos característicos de la región.
Una tarde volviendo del trabajo, miró que cerca al puente por donde cruzaba para llegar a su casa, estaba una tortuga moribunda agonizando sin que nadie se acercara a ayudarla.
Diego podía ser todo, pero eso sí, era una persona de buen corazón. Cuando vio a la tortuga agonizante, se acercó para preguntarle que le había pasado. La tortuga, por el corte que tenía en su cuello, casi que no podía hablar, pero le dijo en pocas palabras: que unos niños malos la habían atacado con un cuchillo, y que fruto de ese ataque era la herida que llevaba en el cuello.
El campesino sin  pensarlo más, sacó un pañuelo de su bolsillo, y se lo puso con todo cariño y cuidado como vendaje en el cuello de la tortuga, y la llevó para su casa.
Pasaron los días, y la tortuga sanó completamente de su herida, y sólo le quedó en el cuello una cicatriz que parecía: Una Equis tres veces repetida. Porque  cuando Diego le cosió  la herida, utilizó la equis como costura.
La tortuga sanó completamente, y se quedó a vivir en la casa de Diego, acompañada de un gato que se la pasaba casi todo el día durmiendo, y de un caballo que  Diego utilizaba los domingos para ir al pueblo.
Durante la semana, la tortuga se la pasaba en  la casa de campo, pero el domingo, como pudiera, se  arreglaba al anca del caballo,  para salir al pueblo a dar un paseo. Lo malo, era que Diego, luego de comprar lo necesario para la semana,  entraba siempre  “a tomarse unas frías”  o cervezas  como él las llamaba, en la cantina de Sergio.
Ese domingo, víspera de San Juan, lo recuerdo, la cantina estaba llena de parroquianos que celebraban tal vez, la bondad de las cosechas. Ese había sido un año bueno para el trigo, por lo cual el precio había subido, y el dinerito abundaba en los bolsillos.
Diego reunido con sus amigos, celebraba de lo lindo las bondades del buen tiempo, cuando de repente, un borracho que estaba en otra  mesa, sacó una pistola y comenzó a disparar de lo lindo a diestra y siniestra. La tortuga que estaba reposando despreocupada intuyó lo peor, y saltó hasta donde estaba Diego, y en ese mismo momento una bala rebotó en su concha salvando la vida del campesino.
Diego pudo darse cuenta de la situación, y al instante, salió de la cantina cargando su tortuga, montó en su caballo y regresó  meditabundo a la casa de campo, saboreando la extraña experiencia de haber podido morir en esa situación.
Ya en casa, y habiéndole pasado el efecto de las cervezas, atinó a revisar a la tortuga, y dónde le había pegado el disparo de la pistola,.. y con una sonrisa de agradecimiento, le dijo a la tortuga que le debía la vida, y la tortuga le contestó que no era nada, porque él también la había salvado de morir.
Desde ese día, Diego luego de hacer las compras de los domingos, nunca volvió a la cantina, y mejor ocupaba el resto de tiempo, escuchando la misa, y luego visitando el comercio donde se conseguían algunas cosas interesantes.
Por los días de agosto, llegó al pueblo un parque de atracciones mecánicas, donde Diego y sus animales la pasaron de lo lindo. Jugaron y montaron en todo lo que pudieron, tomaron gaseosas, saborearon el algodón de azúcar, las  cris petas  de colores, tiraron argollas en los pines, subieron en el tren fantasma, y finalmente se acercaron a una tienda donde vendían unos lindos vestidos para tortuga, y compraron uno.
Diego y los animales, no sabían leer, por lo cual no leyeron el letrero de la tienda que decía: “Vestidos Encantados”,.. Además de otro gran número de palabras que explicaban cómo usar el vestido, y sus características…
Diego, radiante de la emoción por el gran rato que habían pasado, pagó el vestido, y se volvieron alegres y un poco cansados para la casa de campo.  La tortuguita, había quedado como una reina con su vestido nuevo.
Para Diego, esa era una experiencia nueva. Le sobraba el dinero porque ya no iba a entregarlo a la cantina, y las experiencias de los juegos mecánicos y de otras diversiones sanas, eran mejor que estar discutiendo con los borrachos de política o asuntos de fuerza y pelea  en la cantina.
El lunes como siempre Diego madrugó a trabajar, y los animales se quedaban en la casa, cada uno haciendo su vida por separado. La tortuguita, no se había quitado aún el vestido que le compraron en la feria porque le quedaba muy lindo, y de manera extraña, tampoco  se lo podía quitar.
Cuando Diego volvió el miércoles del trabajo, encontró en la casa a una linda y buena mujer, sentada esperando su regreso, vestida con el mismo vestido que él había comprado para la tortuga.  Diego lo primero que hizo fue preguntarle que quién era, a lo cual ella le respondió: soy la tortuga que tú salvaste…
Diego no entendía lo que pasaba, entonces la tortuga le explicó que todo era obra del vestido que le había comprado, y que como ninguno podía leer, no supieron entender de sus cualidades y  la magia que operaba  el vestido para aquel que lo usara.
Por su parte, la mujer (o tortuga) confesó a Diego que su deseo era convertirse en humano, y que la magia del vestido se lo había otorgado.
Le dijo: que cuando sufrió la transformación, se le apareció un  hada que le recordó, que el letrero de la feria decía lo siguiente:
“Vestidos Mágicos. Quién los use se transformará en la forma o persona que quiera ser. Una vez puesto no se lo podrá sacar.  Los cambios se darán dentro de las treinta y seis horas siguientes…”.
Una vez dicho esto,..  El hada les deseó suerte,   y desapareció.
Diego, se puso muy contento por lo que había sucedido, y agradeció a Dios por el regalo que le había mandado, una bonita y buena mujer con quien compartir los ratos más agradables de su vida.
La mujer, le dijo: que en adelante la llamara: Torgie que se pronuncia como Toyi, y que si él la aceptaba: Sería  su compañera.  Diego emocionado le dijo que la aceptaba.  Y desde ese momento, pasaron en compañía de los otros animales, los ratos más alegres de su vida.
Torgie, cuando sale  al pueblo, cubre con pañuelos de colores, una pequeña cicatriz a manera de una triple Equis alrededor de su cuello… Y cuando está sola, a veces, le da por escarbar la tierra y  entretenerse con algunos insectos y lombrices; y no entiende por qué algunas veces, siente impulsos de comerlos…
 Por allí se dice,  que en su relación con Diego son muy felices, y que ya encargaron… un bebito a los cielos.



ELIANA ORDOÑEZ PIAMBA. GRADO: 7°.
                                                                                             

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