EL SILBON
Cuando nació Carlitos, su madre tuvo que taparse los oídos con cera de abejas, porque el niño no lloraba sino que silbaba de una manera atronadora y destructora.
Todo el barrio, y otros lugares
aledaños se enteraron de su nacimiento, porque los silbidos de Carlitos eran
como los de un vendaval que destruía todo, incluyendo algunas tejas sueltas de
lata que no se habían asegurado.
Cuando Carlitos lloraba, caían
los cuadros de los santos, de los familiares, y
los letreros de los negocios. Caían también las imágenes de las
iglesias; y las cortinas de las casas volaban como cometas en los tiempos de
verano.
Desde ese día, las mujeres del
barrio y de los lugares cercanos, comenzaron a usar pantalón. Los primeros que
se pusieron bravos fueron los hombres, porque perdieron el espectáculo del
desfile de piernas de los domingos, ese era el día del desfile de las faldas
sueltas, llamativas y sensuales que iban de compras el día del mercado.
Pero también se pusieron bravas
las mujeres, que desde el momento del nacimiento, ya no podían tener la ropa
entre las cuerdas, porque cuando Carlitos lloraba, el cielo se cubría de
parches multicolores, porque todo salía volando.
Luego terminaron poniéndose
bravos todos los habitantes del barrio y de los lugares más cercanos, porque
los ruidos de Carlitos eran insoportables que sobrepasaban en ruido a las máquinas
rompepavimentos, las cuales se callaban cuando Carlitos lloraba.
Entonces los vecinos alarmados,
decidieron hacer una reunión de habitantes afectados por los gritos de
Carlitos. Llegó el día de la convención para decidir qué hacer con el niño
silbón, y luego de tanto discutir y discutir y discutir… acordaron que debían tapiar la casa de
Carlitos con su madre y todo lo que permaneciera adentro, incluso los animales.
Y así fue. Formaron Comités
encargados de conseguir los materiales para la obra y comenzaron a tapiar la casa de Carlitos; y comenzaron desde el lunes siguiente bien por la mañana.
Terminaron la obra, luego de tres años, tres
meses, y tres días,.. porque el niño
cada que lloraba derrumbaba parte de los muros.
Pero llegó el día, en que la
labor fue terminada, y la casa se
convirtió en un gran rectángulo de ladrillo y de cemento que parecía más una
tumba gigantesca. El pueblo miró su trabajo, y todos aplaudieron y se alegraron por haber cumplido la misión, menos
Jorgito, quién alguna vez había tirado su carrito por un hueco de los muros, y
ahora que miraba que la casa había sido tapiada completamente, perdía la
esperanza de recuperar su juguete, un carrito mágico que
cumplía todos los deseos de quién los pidiera.
Y así fue. Cuando la casa estuvo
tapiada llegaron los sacerdotes para bendecir con agua bendita en el entierro en vida de las dos
almas humanas, más todas las almas animales que quedaron atrapadas en la casa:
dos perros, el gato, dos loros, un canario, tres conejos, un cerdo, cinco
gallinas pone huevos con su gallo, más todas las ratas, las moscas, los
zancudos, las cucarachas, y uno que otro murciélago y lechuza.
Durante el tiempo que duró el
tapeo de la casa, Carlitos había aprendido a gatear, y se deslizaba ya por las cercanías de las paredes
de la casa, porque su mamá no le permitía que saliera fuera de ella. Cuando
terminó el tapeo, el sierro con relación a las paredes de la casa, tenía una
distancia de aproximadamente veinte metros, que era la distancia considerable
que habían calculado los vecinos para que los silbidos del niño no les hiciera
daño en su santa labor de aislarse para siempre del niño destructor.
¿Pero algunos animales pudieron
escapar, o volar…? No, los vecinos para impedir que algo o alguien de la casa
escaparan, habían colocado en la parte de encima una tapa plástica gigantesca
que parecía la tapa de una olla de presión, algo parecido a la parte superior
de un platillo volador.
Pasaron los minutos, las horas,..
y al tercer día, los vecinos decidieron hacer
una fiesta cerca de la casa tapiada para festejar la calma y la tranquilidad. Era
sábado por la noche, y todos los vecinos
grandes y pequeños asistieron a la fiesta, acompañados de uno u otro perro que
se divertían de lo lindo con los huesos y la comida que caía de las mesas de
los alegres fiesteros.
Cuando estaban en lo mejor de la
fiesta, se sintió dentro de la casa un extraño ruido, algo así como un
estruendo de motores de auto, o de algo parecido. –Solo Jorgito se dio cuenta
que se trataba de su carrito mágico, y de que tal vez nunca lo recuperaría-. …
entonces pararon la música, y las habladurías de los hombres y las mujeres
callaron. Los niños pararon sus carreras
y sus juegos, los perros retrocedieron asustados, un caballo que pasaba cerca
partió a todo galope, los novios dejaron de mirarse y de darse besitos, las luces del lugar se apagaron, y unas
extrañas luces se encendieron dentro de la casa, cuyos reflejos se miraban a través de la tapa
transparente que cubría la casa.
El ruido dentro de la casa se
hizo cada vez más fuerte, y más fuerte, y más fuerte, que en un momento la tapa
superior comenzó a convulsionar y levantarse, primero por un lado, luego por
otro, luego…totalmente… Toda, todita… hasta que quedó la casa totalmente
descubierta, porque la gigantesca tapa se desprendió de la casa y de elevó… y se
elevó… y se elevó tanto… Tanto,
tanto… que giró, giró, y giró… Y
GIRÓ TANTO,.. Que dicen los que
recuerdan aquella noche, que la tapa se fundió o se confundió con un lucero en lo alto del infinito.
Pero el ruido del motor o del
auto se siguió escuchando, y en un momento comenzó a escucharse más y más y más
fuerte, MÁS fuerte… como si fuera a
estallar y a derrumbar los muros que los vecinos habían construido alrededor de
la casa del niño silbón.
De un momento a otro, las luces comenzaron a circular dentro de la casa,
y eran las luces de un auto que comenzaba a tomar pista, y a subir poco apoco,
primero dando giros suaves lentos, muy
lentos primero a la casa, y luego alrededor de la manzana, cada vez a más y Más
velocidad.
Sin embargo, a esa velocidad, se
podía ver desde abajo a los ocupantes del auto. Cerca a una de las ventanas,
aparecía el niño silbón, igualmente a su
madre quién miraba desde arriba con
cierto reproche. También se podían ver a los loros y al canario, a los
perros, al gato, los conejos y las gallinas; y los
otros animales, como insectos, roedores y murciélagos, quienes a su
tiempo, aprovecharon la oportunidad de escapar y se escurrieron en la noche como pudieron.
Abajo la sorpresa era total.
Nadie sabía ni entendía lo que sucedía ni por qué sucedía; o, lo
que pudiera pasar más adelante. De pronto el carro comenzó a aumentar la
velocidad, y de manera alegre, rápida y
armoniosa cambiaba también los colores…
Luego, se escuchó un Fuerte
silbido; y el carro expulsó una nube de vapor que al instante lo cubrió todo.
Los presentes comenzaron entonces a convulsionar, y a cada convulsión, miraban
que botaban parte de su pelo.
Inmediatamente... el carro tomó posición y partió hacia el
infinito llevándose a la familia que los vecinos quisieron sepultar vivos.
Luego que se evaporó la nube y
terminaron las convulsiones, los presentes se miraron unos a otros y se dieron
cuenta que habían perdido todo el pelo, que estaban calvos, completamente
calvos.
Pero por la calvicie, sólo fueron
afectados los humanos; porque los animales como mascotas y otros, no
sufrieron daño alguno.
Hablando de daños,.. se pensaba,
que el último silbido del niño lo había destrozado todo alrededor,.. Pero no fue así. El último silbido destruyó sólo los muros de la casa que los vecinos habían construido…
¡Sorpresa! El lugar que ocupaba
la casa del niño silbón, se había convertido en un hermoso jardín, con una
fuente en el centro…Y UN GRAN LETRERO; donde se leía en letras luminosas, la
siguiente inscripción:
“En la medida que mejores tus sentimientos, recuperarás el cabello que perdiste por tu maldad”
Los vecinos se miraban unos a
otros, unos se reían de otros, otros se burlaban, las mujeres gritaban
desconsoladas. Otros se miraban amargados, los niños se golpeaban en broma sus
cabezas, y se las frotaban entre burlas,.. y todos se decían entre sí:
Que tal vez nunca: Nunca en lo que resta de
sus días sobre la tierra, podrían
recuperar el cabello, porque hace tiempo, también habían perdido sus
sentimientos.
JHON ALEXANDER POPAYAN. GRADO:
7°.
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