viernes, 4 de octubre de 2013

El Silbon Cuento

EL SILBON

 

Cuando nació Carlitos, su madre tuvo que taparse los oídos con cera de abejas, porque el niño no lloraba sino que silbaba de una manera atronadora y  destructora.


Todo el barrio, y otros lugares aledaños se enteraron de su nacimiento, porque los silbidos de Carlitos eran como los de un vendaval que destruía todo, incluyendo algunas tejas sueltas de lata que no se habían asegurado.
Cuando Carlitos lloraba, caían los cuadros de los santos, de los familiares, y  los letreros de los negocios. Caían también las imágenes de las iglesias; y las cortinas de las casas volaban como cometas en los tiempos de verano.
Desde ese día, las mujeres del barrio y de los lugares cercanos, comenzaron a usar pantalón. Los primeros que se pusieron bravos fueron los hombres, porque perdieron el espectáculo del desfile de piernas de los domingos, ese era el día del desfile de las faldas sueltas, llamativas y sensuales que iban de compras el día del mercado.
Pero también se pusieron bravas las mujeres, que desde el momento del nacimiento, ya no podían tener la ropa entre las cuerdas, porque cuando Carlitos lloraba, el cielo se cubría de parches multicolores, porque todo salía volando.
Luego terminaron poniéndose bravos todos los habitantes del barrio y de los lugares más cercanos, porque los ruidos de Carlitos eran insoportables que sobrepasaban en ruido a las máquinas rompepavimentos, las cuales se callaban cuando Carlitos lloraba.
Entonces los vecinos alarmados, decidieron hacer una reunión de habitantes afectados por los gritos de Carlitos. Llegó el día de la convención para decidir qué hacer con el niño silbón, y luego de tanto discutir y discutir y discutir…  acordaron que debían tapiar la casa de Carlitos con su madre y todo lo que permaneciera  adentro, incluso  los animales.
Y así fue. Formaron Comités encargados de conseguir los materiales para la obra  y comenzaron a tapiar la casa de Carlitos;  y comenzaron  desde el lunes siguiente bien por la mañana.
 Terminaron la obra, luego de tres años, tres meses, y tres días,..  porque el niño cada que lloraba derrumbaba parte de los muros.
Pero llegó el día, en que la labor  fue terminada, y la casa se convirtió en un gran rectángulo de ladrillo y de cemento que parecía más una tumba gigantesca. El pueblo miró su trabajo, y todos aplaudieron y se  alegraron por haber cumplido la misión, menos Jorgito, quién alguna vez había tirado su carrito por un hueco de los muros, y ahora que miraba que la casa había sido tapiada completamente, perdía la esperanza de recuperar su juguete, un carrito mágico  que  cumplía todos los deseos de quién los pidiera.
Y así fue. Cuando la casa estuvo tapiada llegaron los sacerdotes para bendecir con  agua bendita en el entierro en vida de las dos almas humanas, más todas las almas animales que quedaron atrapadas en la casa: dos perros, el gato, dos loros, un canario, tres conejos, un cerdo, cinco gallinas pone huevos con su gallo, más todas las ratas, las moscas, los zancudos, las cucarachas, y uno que otro murciélago y lechuza.
Durante el tiempo que duró el tapeo de la casa, Carlitos había aprendido a gatear, y se  deslizaba ya por las cercanías de las paredes de la casa, porque su mamá no le permitía que saliera fuera de ella. Cuando terminó el tapeo, el sierro con relación a las paredes de la casa, tenía una distancia de aproximadamente veinte metros, que era la distancia considerable que habían calculado los vecinos para que los silbidos del niño no les hiciera daño en su santa labor de aislarse para siempre del niño destructor.
¿Pero algunos animales pudieron escapar, o volar…?  No, los vecinos  para impedir que algo o alguien de la casa escaparan, habían colocado en la parte de encima una tapa plástica gigantesca que parecía la tapa de una olla de presión, algo parecido a la parte superior de un platillo volador.
Pasaron los minutos, las horas,..  y  al tercer día, los vecinos decidieron hacer una fiesta cerca de la casa tapiada para festejar la calma y la tranquilidad. Era sábado por la noche,  y todos los vecinos grandes y pequeños asistieron a la fiesta, acompañados de uno u otro perro que se divertían de lo lindo con los huesos y la comida que caía de las mesas de los alegres fiesteros.
Cuando estaban en lo mejor de la fiesta, se sintió dentro de la casa un extraño ruido, algo así como un estruendo de motores de auto, o de algo parecido. –Solo Jorgito se dio cuenta que se trataba de su carrito mágico, y de que tal vez nunca lo recuperaría-. … entonces pararon la música, y las habladurías de los hombres y las mujeres callaron.  Los niños pararon sus carreras y sus juegos, los perros retrocedieron asustados, un caballo que pasaba cerca partió a todo galope, los novios dejaron de mirarse y de darse besitos,  las luces del lugar se apagaron, y unas extrañas luces se encendieron dentro de la casa,  cuyos reflejos se miraban a través de la tapa transparente que cubría  la casa.
El ruido dentro de la casa se hizo cada vez más fuerte, y más fuerte, y más fuerte, que en un momento la tapa superior comenzó a convulsionar y levantarse, primero por un lado, luego por otro, luego…totalmente… Toda, todita… hasta que quedó la casa totalmente descubierta, porque la gigantesca tapa se desprendió de la casa y de elevó…   y se elevó… y se elevó tanto…  Tanto, tanto…  que giró,  giró, y  giró…  Y GIRÓ TANTO,.. Que  dicen los que recuerdan aquella noche, que la tapa se fundió o se confundió  con un lucero en lo alto  del  infinito.
Pero el ruido del motor o del auto se siguió escuchando, y en un momento comenzó a escucharse más y más y más fuerte, MÁS fuerte…  como si fuera a estallar y a derrumbar los muros que los vecinos habían construido alrededor de la casa del niño silbón.
  De un momento a otro, las luces comenzaron a circular dentro de la casa, y eran las luces de un auto que comenzaba a tomar pista, y a subir poco apoco, primero dando giros  suaves lentos, muy lentos primero a la casa, y luego alrededor de la manzana, cada vez a más y Más velocidad.
Sin embargo, a esa velocidad, se podía ver desde abajo a los ocupantes  del auto. Cerca a una de las ventanas, aparecía  el niño silbón, igualmente a su madre quién miraba desde arriba con  cierto reproche. También se podían ver a los loros y al canario, a los perros, al gato, los conejos y las gallinas; y  los  otros animales, como insectos, roedores y murciélagos, quienes a su tiempo, aprovecharon la oportunidad de escapar  y se escurrieron en la noche como  pudieron.
Abajo la sorpresa era total. Nadie  sabía ni entendía  lo que sucedía ni por qué sucedía;  o,  lo que pudiera pasar más adelante. De pronto el carro comenzó a aumentar la velocidad, y de manera alegre, rápida  y armoniosa cambiaba también los colores…
Luego, se escuchó un Fuerte silbido; y el carro expulsó una nube de vapor que al instante lo cubrió todo. Los presentes comenzaron entonces a convulsionar, y a cada convulsión, miraban que botaban parte de su pelo.
 Inmediatamente...  el carro tomó posición y partió hacia el infinito llevándose a la familia que los vecinos quisieron sepultar vivos.
Luego que se evaporó la nube y terminaron las convulsiones, los presentes se miraron unos a otros y se dieron cuenta que habían perdido todo el pelo, que estaban calvos, completamente calvos.
 Pero por la calvicie, sólo  fueron  afectados los humanos; porque los animales como mascotas y otros, no sufrieron daño alguno.
Hablando de daños,.. se pensaba, que el último silbido del niño lo había destrozado todo alrededor,..  Pero no fue así. El último silbido destruyó  sólo los muros de la casa  que los vecinos habían construido…
¡Sorpresa! El lugar que ocupaba la casa del niño silbón, se había convertido en un hermoso jardín, con una fuente en el centro…Y UN GRAN LETRERO; donde se leía en letras luminosas, la siguiente inscripción:




“En la medida que mejores tus sentimientos, recuperarás el cabello que perdiste por tu maldad”



Los vecinos se miraban unos a otros, unos se reían de otros, otros se burlaban, las mujeres gritaban desconsoladas. Otros se miraban amargados, los niños se golpeaban en broma sus cabezas, y se las frotaban entre burlas,.. y  todos se decían entre sí:
 Que tal vez nunca: Nunca en lo que resta de sus días sobre la tierra, podrían  recuperar el cabello, porque hace tiempo, también habían perdido sus sentimientos.


JHON ALEXANDER POPAYAN. GRADO: 7°.


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