miércoles, 14 de mayo de 2014

EL DESAHUCIADO



EL DESAHUCIADO


Salí del consultorio triste, al parecer mi mundo o vida  tendría un final cercano.  Diagnóstico de cáncer en el Páncreas, con consecuencias inmediatas…muerte irremediable. Con reserva el  médico dijo: que si el  tratamiento daba resultado, podría mejorar  y  vivir un tiempo más,  por lo cual recomendó seguir una dieta baja en grasas y comida irritante, evitar el consumo de carnes, cero   alcohol, y  mantenerme en clima frío.   De eso acá, han corrido  once meses.
El diagnóstico aunque definitivo,  no me tomaba de sorpresa, desde hace meses la vida se me había convertido en un calvario de dolencias,  propias o impropias a mi edad  bordeada por los sesenta. Dolencias tales que  me habían obligado a alejarme de la buena comida, las diversiones,  y en consecuencia: del licor, y  de otros placeres…por lo cual, las recomendaciones del médico sobraban.
Cuando me encontré fuera del consultorio, no sentí ganas de tomar el auto que había dejado en el parqueadero del edificio, ni busqué  el ascensor.  Bajé desde el  cuarto piso  por las gradas comparando mientras bajaba, cada grada con la extinción de mi vida…Como cada grada en su bajar, me acercan al sepulcro… En la calle, pensé en echar un vistazo por algún negocio de ataúdes para mirar si me gustaba alguno, y  por adelantado arreglar los  “pre exequiales”... Entre otros,   pasaba por mi mente la situación de las herencias, sucesiones, valores,  negocios y cien  cosas más… y me decía: que  en lo posible arreglara todo para evitar sorpresas, y confusión y disgusto  entre los herederos.
Tomando la  calle,  comencé a caminar sin rumbo definido. Miraba a la gente que encontraba a mi paso, y me preguntaba: que si las personas de edad que encontraba,  tendrían  también alguna enfermedad incurable.  Desde aquel  diagnóstico,  comencé  a hacer un nuevo replanteamiento de la  vida.
Fue como mirar  las cartas sobre la mesa, y concluir  que mi suerte  estaba echada, y que no tenía más posibilidades.
Miraba a los  jóvenes,  y de cierta manera los contemplaba extasiado en sus años maravillosos, en sus risas y movimientos  ligeros y descomplicados, en la fuerza de sus pasos y de sus articulaciones, en la belleza de sus cuerpos. También  miraba a la gente adulta… angustiados, caminando rápido,  buscando tal vez cumplir sus citas y sus responsabilidades propias de sus trabajos  y  de su supervivencia. Por mi parte me había propuesto un objetivo, cuál era el de arreglar lo que se pudiera en el menor tiempo posible.
Miraba a los ancianos cómo se desplazaban con esfuerzo y penalidad en sus muletas o con la ayuda de sus familiares…  Algunos cuadros humanos que encontraba a mi paso, me resultaban realmente angustiantes. Por cierto, escuché la conversa de dos ancianos cerca de una iglesia y entre ellos solo comentaban situaciones relacionadas con la enfermedad, con el tratamiento; y en sus caras, se reflejaba  la huella de sus penalidades.
Pensaba tal vez, que algunos ancianos  no tenían otro tema más  para comentar: que sobre sus enfermedades, curaciones, droga y otros... Y que sus lugares de encuentro, se reducían a las clínicas y hospitales, parques o  iglesias.
Miré como un hombre ya muy maduro,  tiraba granos  a las palomas de una plazoleta… nunca me había preguntado sobre ello…  Qué ganaba, o qué esperaba ganar aquel hombre con su aparente o dedicada generosidad.
Desde hace muchos años, casi no pisaba o caminaba por las calles… es distinto mirar el mundo desde el auto, sintiendo como éste se convierte en parte  de nuestro  cuerpo, y nos lleva con un mínimo de esfuerzo a  los  sitios requeridos, y más, cuando se dispone de un conductor… Situación de apremio que presenta  mayor ventaja…  Que el tener que arrastrar los pies por las calles sorteando todo tipo de obstáculos y peligros reservados para  peatones.
Crucé  calles,  luces  de semáforo que desde hace mucho no había cruzado. Recordé y volví a poner en práctica las piruetas y los afanes propios del peatón para pasar a la otra acera en un tiempo determinado.
Recordé los empujones de algunos que pasaban afanados, los gritos propios de las calles, las caras ansiosas y tristes de algunos vendedores  callejeros... Me encontré con  pregoneros que invitan al  posible cliente a entrar en los locales de venta de mercancías sin ningún compromiso,  miré los ojos atentos de los vigilantes queriendo identificar entre los compradores al cliente indeseable, en fin, me encontré con los habitantes de la calle,   unos y otros… con los que sobrevivían con las monedas que les dejaba la caridad pública…Un cuerpo sin manos ni piernas arrimado a una pared, recibía jugo tal vez de un peatón condolido.
En fin, traté de rodearme de aquellas escenas muchas veces grotescas de las calles que ya casi había olvidado. En mi recorrido, luego de arrimarme a una y otra promoción de artículos sólo por curiosidad, y casi sin darme cuenta, terminé en otro parque que colindaba con la zona de perseverancia.
Algunas mujeres ya desde esas horas de la media mañana, trataban de lucir sus encantos entre los transeúntes. Unas con vestidos cortos y  blusas escotadas lucían sus piernas y sus pechos. Igualmente, en la cuadra desfilaban  otros y otras que querían parecerse  a las primeras, también insinuantes a la caza o pesca de algún cliente oportuno…
En un gesto rápido y disimulado, comencé a quitarme todo lo de valor que llevaba encima para no llamar la atención, como reloj, cadena y otros, y los guardé en una bolsa que recibí con la compra de unos dulces que compré en un lugar cercano.  Lo cierto,  era que  quería  mirar aquellas escenas de las gentes  que ya casi había olvidado.  Me quedé en la esquina del otro lado de  la cuadra desde donde comenzaba el espectáculo de cuerpos, piernas y pechos.  Sentía que algunas me miraban con ojos ansiosos, como queriendo  encontrar en mí a un posible cliente. Otros eran  los  mismos delincuentes  de la cuadra que me podrían identificar como  a una posible víctima.
Entre todos esos cuerpos desperdiciados o dados al placer de la vida, reparé en una chica que se paseaba cerca de la esquina, y como otras mostraba a través de su escasa ropa sus encantos.
Diecinueve años, tal vez. Alta, cuerpo bien configurado, ojos tirando a lo claro de mirar ingenuo y triste, cabello negro rizado, caminar airoso y descomplicado…Pasé la acera y me acerqué a la muchacha que al saludarla,  me dijo sin complicaciones la tarifa que cobraba y los servicios que prestaba. Yo sonreí y le dije que gracias, pero que no quería ir en ese momento con ella, sino proponerle un trato, y le pregunté que si estaba dispuesta a escucharme unos segundos…luego agregué, que si era por plata la ayudaría inmediatamente con un billete que tenía listo en la mano, y se lo ofrecí, ella lo recibió y me dijo que de qué se trataba.
Comencé preguntándole  que si  sabía conducir un auto, a lo cual respondió que no. Le dije: que si estaría dispuesta a hacer o tomar un curso de conducción, que una vez que lo terminara, la fundación que yo dirigía le daría un taxi para que lo condujera, y que el interés principal era que  saliera de la vida que llevaba,  y que dejara las calles. Al instante la chica me dijo que quién era yo, y que qué lograba con  la ayuda que le ofrecía. Le repetí,  que pertenecía a una fundación de vida interesada en dar algunas oportunidades a la gente de la calle.
La chica me dijo: que su “levante diario” era de aproximadamente una sexta parte de un salario mínimo, y que si ella tomaba el curso de conducción que a qué horas trabajaría. Le respondí que la fundación le solventaría  un dinero diario para sus necesidades,  toda vez que ella asistiera a tomar las clases del curso diariamente,  el cual sería también pagado por la fundación. Cuando acabé de decir las últimas palabras, miré que otras personas de la cuadra comenzaban a acercarse para ver de qué se trataba la conversa, por lo cual invité a la niña a tomar algo cerca,  para  ultimar los detalles de la oferta.
Entramos en una cafetería cercana, y le pregunté que si quería desayunar, a lo cual dijo que sí, por mi parte pedí una aromática para acompañarla. En un momento desfilaban por mi cabeza mil y un interrogantes, reproches, vergüenzas y otros. Pero el interés mío era  poder brindar una ayuda desinteresada a alguien, sin importar quién,  antes de mi posible muerte.
Esa fue la primera ayuda que planeé, luego vinieron otras, como la de construir un  número importante de viviendas para trabajadores de la calle, vendedores y otros, llevar a  ancianatos o albergues a personas que dormían en la calle, y dejar algún dinero anónimo en fundaciones y sitios de beneficencia…
En el pasado nunca había hecho nada por nadie, sin que existiera un claro  interés de por medio, y así fue que hice mi fortuna.  Pasando sin importar por encima de todos,  muchos de los cuales  se vieron reducidos a mis caprichos de posesión descontrolada… Pero eso fue después de aquel incidente  que me volvió duro e insensible…la muerte de mi primer hijo en la calle a manos de  delincuentes comunes…  por robarle sus pertenencias.
Desde allí comencé a buscar asociaciones raras y dudosas, primero para tratar de vengar la muerte de mi hijo, y luego ingresé en todo tipo de negocios sucios e ilegales, pero todo dentro de la formalidad, sin dejar rastro de ningún tipo, amparado por la misma ilegalidad que proveen las leyes. Ingresé en los negocios de préstamo de dinero rápido; junto con socios de gran importancia financiamos guerras y revueltas en el extranjero… incursionamos en negocios de armas y droga, trata de blancas y otros…
Luego le dije a la muchacha, que si estaba dispuesta a tomar el curso de conducción, arreglaría ese mismo día la matrícula y el valor del mismo, y que los demás estimativos de la oferta  se harían efectivos si ella asistía a las clases, y que por acuerdo con el dueño de la Academia, sería éste, quien  luego de verificar su asistencia y los logros alcanzados en el mismo curso,  le entregaría el dinero diario acordado.
Le dije a la chica, que para su confianza, la oferta que la fundación le estaba haciendo a ella no alcanzaba para todas, y que en otras ciudades ya habíamos logrado resultados favorables con otras personas escogidas como ella, que tales mujeres habían dejado atrás su actividad sexual en las calles, y que ahora estaban realizando  actividades  sanas y legales de trabajo.
La chica se sirvió el desayuno con algo de gusto, miré que tenía algunos modales, y que no era de las personas que pedía o exigía mucho, me decía entre mí que si lograba el objetivo podría convertirse en una buena chica. En la cafetería yo estaba  sentado de espaldas a la calle, y por un espejo que estaba  en lo alto frente a mí, miraba a ratos que algunos curiosos amigos o conocidos de ella se acercaban a husmear desde la puerta,  y seguían.
Dentro de mí había calculado ya todos los movimientos que haría en caso de que la chica aceptara la oferta, porque de alguna manera lo que estaba haciendo era una inversión, y buscaría con alguna argucia empresarial que ésta diera buenos resultados.
Todo quedó concretado. Yo supervisaría  la asistencia de Carla al curso de conducción por intermedio y en acuerdo con el dueño de la academia, éste le daría el dinero ofrecido una vez terminada cada una de las clases. De la chica solo pregunté su nombre, y eso era todo lo que me interesaba… Pasaron tres meses y el curso había llegado a su fin, Carla podía conducir de manera satisfactoria, y según el dueño de la academia y los instructores había resultado una buena alumna.
Venía ahora la segunda parte del ofrecimiento la del trabajo en el taxi. Desde el día en que hice el contrato del curso y la oferta a la muchacha no la había vuelto a ver. Llamé al dueño de la academia para verificar los detalles de la finalización del curso y los créditos, y le solicité que por su conducto le dijera a Carla que la esperaba al siguiente día en otra cafetería, y que me hiciera llegar a la oficina los documentos relacionados con el curso para ultimar detalles. Al siguiente día,  saqué algún tiempo para la entrevista con la chica,  y me dirigí a la cafetería. Al llegar  noté que la muchacha no había llegado, pedí una aromática,  y esperé.
Pasaron tal vez tres o cuatro minutos… estaba ensimismado en mis pensamientos cuando la muchacha llegó hasta donde la esperaba,  me saludó, y la invité a que se sentara.
No quise mostrar sorpresa, pero la chica había cambiado, ya no era la chica vulgar que había conocido tres meses atrás, vestía de manera normal sin ser tan insinuante, y usaba poco maquillaje.
Le dije que la felicitaba por haber terminado satisfactoriamente el curso, y por el cambio que miraba en ella.
Ella respondió que también agradecía por la ayuda, y que ahora ya no era callejera, que había cambiado de vida e incluso de sitio de vivienda, y que  el aporte  que recibía de la fundación le alcanzaba  para vivir de una manera decente, entre otros me dijo que vivía con su mamá y que tenía un niño de tres años.
Mientras la chica se tomaba un jugo que había pedido, le dije que si estaba dispuesta a seguir con la oferta de cambio de vida, y que si eso era así, por mi parte la oferta seguía en pie mirando los resultados de su cambio. Ella me dijo que seguiría adelante, y que desde cuándo le daría el taxi para trabajar. Yo le contesté que desde los primeros días del siguiente mes, y que si no tenía inconveniente, tomara por quince días  el carro de la empresa con el setenta y cinco por ciento del aporte que le había estado haciendo la fundación hasta ese momento, efectivo en pagos semanales. Que el trabajo de conducir el carro de la empresa, no era duro ni pesado, y que según su comportamiento, en los primeros días del mes siguiente le entregaría  el taxi.
…Ella contestó que tomaría el trabajo para ver cómo era, y que si no le gustaba o que si éste le  presentaba algún inconveniente, me lo diría.
Salimos de la cafetería, y desde ya la invité para que condujera el auto estacionado en el parqueadero. Ella tomó las  llaves que le ofrecía, quitó el seguro,  abrió las  puertas, y se dispuso al volante para conducir. Me senté a su lado, y algo asombrado pensaba que aquella inversión hecha al azar y sin planeación, hasta el momento, estaba dando buen resultado. Raro, mirando la sonrisa de  la muchacha, me recordó a alguien del pasado, paré allí, y no quise ir más allá en mis pensamientos.
Carla condujo el auto como experta, escuchaba, recibía e interpretaba de manera clara las indicaciones que yo le daba.  Tenía una forma tranquila de encarar y sortear las dificultades del tráfico en las calles, y además mostraba respeto y consideración con los peatones. Luego de hacer varias gestiones con abogados y en oficinas públicas,  se había acercado la hora del medio día, por lo cual la invité a almorzar a la conductora,  con la condición que pagaría una comida adicional para su madre y su hijo.
Llegamos a un restaurante de alguna calidad, luego de dejar el auto en un parqueadero. Me dijo que en adelante la llamara Jenny, y sin preguntar así lo hice. Pensé que tal vez ese era su verdadero nombre, y al disimulo saqué  y miré el documento de contrato con la academia  de conducción, y efectivamente así era, enseguida entregué a Jenny los créditos y documentos del curso que me habían entregado de la Academia de Conducción.
Sentados a la mesa pedimos el menú, escogimos cada cual la apetencia, y ella me preguntó que a qué fundación pertenecía. Le respondí que a la del Sagrado Corazón, a lo cual ella guiñó sus ojos con alguna picardía y sonrío, luego nos dispusimos a comer. Entre los tiempos de la comida, me platicó que tenía intenciones de terminar el bachillerato y  seguir una carrera. Y me mostró la imagen de su hijo en el fondo de su celular…
Detallando al niño recordé algunas imágenes del pasado, el chino  tenía algún parecido con mis fotos de niño... Acostumbrado a no inmutarme ante emociones o sentimentalismos, disimulé la impresión,  y volví a la  charla de su estudio, y le dije que era muy bueno que siguiera estudiando, y que siempre,  que lo que ella planeara para su vida  se ajustara a las reglas del buen vivir,  la Fundación la seguiría apoyando.
Terminada la comida, salimos del lugar, le dije que condujera, que me llevara a un determinado sitio. Me despedí y le dije que la esperaba allí mismo con el auto a las 2.30 P.M. Cuando me bajé del auto, noté que ella miraba a todo lugar como queriendo descubrir si en el sitio que me dejaba estaba cerca de mí casa o algo parecido…
Pero no, no estaba cerca de mi casa, iba a visitar a una anciana que vivía pasando el pequeño parque… y ésta era otra de las obligaciones humanitarias que había adquirido en los últimos meses…
Antes de las 2.30 estuve en el lugar convenido donde Jenny me recogería, tomé el auto y me senté en la banca de atrás porque sentía malestar, y le dije que me condujera a la empresa…En el camino pensaba que muchas de las cosas que hubo por arreglar, en el momento ya estaban resueltas…la conductora tendría el taxi prometido en la próxima semana para su manejo, dentro de las condiciones propias de un asalariado…pero había algo dentro de mí que robaba mis pensamientos…Traté de ahondar más en el origen de Jenny, y con la excusa de llenar ciertos requisitos le pedí alguna documentación personal que me dijera quién era su madre, o sus padres…y con esta documentación  en las manos, me remití a la década del ochenta, en la cual, durante el embarazo de mi tercer hijo, había tenido una emotiva aventura con una secretaria de una de mis empresas, la cual demostró siempre ser muy sentimental, y la que luego de una discusión que tuvimos,  desapareció…luego, alguien me enteró que se había ido embarazada…
Jenny era mi hija, y su madre había sufrido una lesión que apenas le permitía  hacer cosas menores…Lo primero sería comprar una casa en un barrio discreto tipo 3 o 4, además del mismo taxi que lo recibiría como legado, y un pequeño fideicomiso para los estudios del niño…Los documentos deberían quedar  en regla y registrados,  y con orden expresa y confidencial al abogado.
Desde hace quince días que no salgo de la casa, paso horas sentado cerca al ventanal…mientras no estoy drogado…La enfermedad según el último diagnóstico se ha expandido en un triángulo de muerte: páncreas, próstata, y base de la columna. El conductor dice que preguntan por mí…sus órdenes son decir que estoy de viaje…de la hora crucial, todos se enterarán…el dolor es intenso…
EDWARD BELLOUM. 014.  Smo. De Oscar Belalcázar.

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